Paparazzi extraordinario
13 de enero de 2012Se disfrazaba como jugador de hockey, usaba pelucas y sombreros y falsificaba identificaciones, algo impensable hoy en día. Hacía bocetos del hotel Waldorf Astoria y urdía planes, como si fuera un asalto, de cómo entrar para evitar a los guardias y tomar desprevenida a su presa. La muestra da una idea del enojo y espanto que el fotógrafo provocaba en sus víctimas, famosas celebridades del jet set que aparecían a veces poco agraciadas, como el común de los mortales. Eran como imágenes “robadas”.
Comenzó a usar un casco de fútbol americano cuando perseguía a Marlon Brando. En junio de 1973, el actor, que se encontraba en la cima del éxito, lo arremetió a golpes volándole cinco dientes. Logró que Brando lo indemnizara con 40.000 dólares, pero el acechar a su presa desde un ángulo inesperado se convirtió en parte del oficio.
El papa del arte pop, Andy Wahrhol, le seguía el juego y en vez de huir de su lente sacaba su cámara instantánea y disparaba también. Pero ese tipo de complicidades no eran la regla en el juego de gato y ratón que protagonizaba el fotógrafo con la mayoría de los fotografiados.
Nacido en el Bronx en 1931, Ron Galella fue uno de los primeros fotógrafos que persiguió a las celebridades con pasión obsesiva.
¡Destruyan su cámara!
Alfred Hitchcock, Liza Minelli, Liz Taylor, Michael Jackson, Mick Jagger, Jerry Hall y Madonna fueron capturados por su lente, no siempre con su consentimiento. Pero su musa fue Jackie Kennedy Onassis, a quien persiguió sin tregua. “¡Destruyan su cámara!” ordenó en una ocasión Jackie a sus guardaespaldas, después de que Galella la hubiera fotografiado en compañía de su hijo John. La viuda del presidente Kennedy lo acusó ante los tribunales en dos ocasiones. En 1972 logró que un tribunal prohibiera a Galella acercársele a una distancia menor de 50 metros. Como Galella no cesó en su objetivo, diez años después le fue prohibido fotografiarla.
La primera vez que la fotografió fue en mayo de 1967, en la apertura de una exposición en Nueva York, un gran evento al que acudieron muchas celebridades. Las fotos de la viuda del presidente fueron las que mejor se vendieron. Jackie fascinaba a Galella, estaba enamorado de ella. Entre 1968 y 1970 la fotografió una docena de veces, lo que le generaba ganancias de 20.000 dólares al año, la mitad de sus ingresos. Se apostaba frente a su casa frente al Central Park, desde temprano y ahí aguardaba hasta que saliera. Pero fue desde un taxi, en 1971, cuando logró su obra maestra capturando una imagen de la viuda de Kennedy que voltea a verlo sonriente mientras el viento le revuelve el cabello.
La muestra, en la galería C/O Berlín reúne unas 140 fotografías en blanco y negro, con una selección de la obra que revistas como Life y Newsweek se arrebataban. El fotógrafo hizo de la adversidad una virtud al no tener un puesto fijo en un diario, ni tener dinero para pagarse un estudio propio, pero su trabajo lo convirtió en millonario.
Los paparazzi, más limitados en Alemania
En esas décadas, unos cuantos fotógrafos, como Richard Avedon, lograron establecerse. Los llamados paparazzi, un término acuñado en la cinta “La dolce vita”, de Federico Fellini, eran los chicos malos de la fotografía. Los más exitosos se han establecido en Inglaterra y en Estados Unidos. En Alemania, como en otros países de Europa, hay leyes estrictas que protegen la privacidad.
Pero a diferencia de hoy en día, cuando los llamados paparazzi llegan en tropel y armados de cámaras y lentes que parecen armas largas, y gritan e incluso insultan a las celebridades para conseguir un gesto inusual, Galella trabajaba en solitario, y aguardaba con paciencia a su objetivo escondido tras matorrales o cabinas telefónicas. Tenía ciertos criterios y una idea clara de su trabajo.
Llegaba bien vestido por si de ahí tenía que asistir a un evento de gala en la noche y aguardaba apostado afuera de las mansiones, pero nunca penetraba en ellas, ni tampoco llamaba a sus fotografiados por su nombre. Galella era mejor que los otros paparazzi, lograba capturar a los famosos como eran, según él mismo dice. Liz Taylor publicó ocho de sus fotografías en su autobiografía. “No era su admirador, hacía mi trabajo, pero soy un fotógrafo que ama a las estrellas”, dijo.
Autora: Eva Usi
Editor: Pablo Kummetz