Weltwärts: compromiso y descubrimiento
27 de julio de 2014Como servicio de formación o aprendizaje, el programa estatal alemán de voluntariado social en el exterior Weltwärts o “Hacia el Mundo” tiene decenas de miles de historias que contar. La gran mayoría se han vivido en Latinoamérica, región a la que viaja el 43% de los voluntarios.
El programa fue creado hace cinco años por el (BMZ), el que canaliza los intereses sociales de los jóvenes, en conjunto con organizaciones alemanas de envío, costeando gran parte de los gastos y ofreciendo plazas en más de 80 países. La mayoría va por un año, aunque puede ser de 6 a 24 meses.
Sus protagonistas relatan cómo dejaron de lado prejuicios y estereotipos, aprendieron a cambiar el enfoque de los problemas o se comprometieron con un proyecto social a su regreso a Alemania. Éstas son algunas de sus historias.
Confrontar prejuicios y realidades
Shirin Hess -23 años, proveniente de Múnich y graduada en Comunicación y Sociología en una universidad de Londres- tenía varios miles de kilómetros de viajes por diferentes países del mundo cuando decidió emprender el trabajo de voluntaria en México. Sus motivaciones fueron mejorar su español, conocer las tierras latinoamericanas y asomarse a la realidad de un país con bastante atención mediática.
Actualmente lleva 10 meses trabajando en Educa-Servicios para una educación alternativa, en Oaxaca, y quiere prolongar su estadía por un año más. “Mi voluntariado ha cambiado mucho mi visión de México y Latinoamérica –explica Shirin Hess-. La experiencia definitivamente rompió algunos prejuicios e ideas que tuve antes de llegar, y el hecho de que trabajo en el ámbito de comunicación también me facilitó conocer y reconocer discursos distintos y en muchos casos manipulativos en México así como en los medios internacionales”.
“A través del trabajo en mi organización me he enterado de realidades y destinos muy fuertes, sobre todo de personas campesinas, indígenas y mujeres. Vivir y entender que todo lo que he leído en mis estudios pertenece a una realidad tangible y concreta, ha sido muy impactante para mí”, indica la joven alemana.
Las conexiones personales, el aprendizaje y fortalecer las propias posturas y opiniones respecto a temas culturales y sociales, han sido algunas de las ganancias de esta aventura: “Creo que es muy importante aclararles a los y las jóvenes que su voluntariado va a contener mucho más ‘aprendizaje' que ‘aporte', y que también les beneficiará mas al ‘desarrollo' de ellos mismos y tal vez su propio país, pero sin quitarles el ánimo de trabajar y echar ganas a las actividades, y empoderándolos a la vez”.
Compromiso después del voluntariado
Vincent Wolff, 24 años, estudia actualmente Política y Sociedad en Bonn y es uno de los fundadores de la asociación Aynikusun. Este nombre es tomado de una expresión de origen quechua que apela a la reciprocidad.
Con un casi perfecto español y una particular mezcla de acento alemán y peruano, Vincent relata que hace cuatro años, y recién salido del colegio, decidió partir a Perú como voluntario por Weltwärts, en un viaje que le cambiaría la vida. Por pura casualidad llegó a trabajar a un colegio estatal del sur de Lima, donde hacía falta un profesor de educación física. Y sin tener experiencia, pero asumiendo que estaba disponible para lo que se necesitara, emprendió esta tarea.
“Uno se da cuenta que las cosas funcionan de manera diferente y que las ven desde otro punto de vista que yo no conocía antes. Ese año aprendí que hay diferentes puntos de vista y otros caminos para llegar a una solución”, cuenta.
La experiencia fue tan determinante, que a su regreso y en conjunto con otros ex voluntarios del programa Weltwärts, de Colonia y Bonn, que trabajaron en diferentes lugares de Perú, creó Aynikusun, con la idea de profundizar su relación con este país sudamericano.
“Estando en Perú, conocimos varias realidades personales y decidimos compartir nuestro tiempo con la gente de ahí aunque sea a la distancia. Queríamos apoyar proyectos existentes de forma simple, fácil y efectiva”, explica.
Actualmente son unos 15 miembros que realizan diferentes acciones, como vender productos de origen peruano, participar en actividades culturales y recolectar fondos que llevan regularmente a ese país para apoyar proyectos locales. “Seguimos estando en contacto con nuestra gente en Perú y podemos contribuir al desarrollo, los proyectos funcionan, no existe un mal uso de recursos y, lo más importante, todo se realiza en el marco de un encuentro entre iguales”, agrega Vincent.
Respeto e intercambio
Acoger a los voluntarios, integrarlos y darles tareas son parte de las responsabilidades de las organizaciones locales que reciben a los jóvenes alemanes. Para Carlos Taipe Campos, de la Asociación de Defensa y Desarrollo de las Comunidades Andinas del Perú, Adecap, los visitantes son un aporte, dentro de un esquema de intercambio, confianza y respeto mutuos.
“Los indígenas hombres y mujeres se sienten muy contentos cuando los voluntarios llegan a sus comunidades y trabajan juntos de acuerdo al plan y presupuesto del proyecto”, relata. Hay proyectos de seguridad alimentaria, educación o vivienda, en los que asumen diferentes tareas, desde hacer cotizaciones hasta construir juegos en una plaza para niños. Por su parte, los comuneros les abren su mundo, les enseñan sobre hierbas medicinales y formas de trabajo en el campo.
“Los indígenas en Perú vivimos marginados, despreciados y existe el racismo, practicado por los grupos de poder local, regional y nacional. Por eso, nos sorprende el trato respetuoso y horizontal de europeos y alemanes que conocemos”, dice Carlos Taipe.
A la hora de las evaluaciones, los voluntarios alemanes reconocen a su regreso a casa que mejoraron sus competencias de idioma extranjero, autonomía y capacidad para el trabajo. Además dicen que pudieron derribar prejuicios, confirmar o no su vocacación de servicio social y comprender mejor las relaciones norte-sur. Cuán multiplicador sea el efecto de este viaje y cuánto contribuya a formar una sociedad más comprometida, se verá en el futuro.