Alemania afirma reconocer la inmensa responsabilidad moral que tiene por la Segunda Guerra Mundial. Cree que ha enfrentado y asumido responsabilidad por su pasado, el asesinato de millones de judíos y la muerte y destrucción provocadas por la guerra.
Este discurso es ubicuo, pero revela una orientación inherentemente hacia occidente. Con motivo del 80 aniversario de la invasión de la Unión Soviética por parte de la Alemania nazi, el presidente alemán Frank-Walter Steinmeier dejó en claro que esa narrativa desigual aún no reconoce completamente el sufrimiento de las naciones de Europa del Este durante la Segunda Guerra Mundial.
Prisioneros de guerra soviéticos enfrentaron desconfianza en casa
El discurso de Steinmeier en el Museo Ruso-Alemán de Berlín-Karlshorst incluyó un relato de Boris Popov, un soldado del Ejército Rojo, sobre los horrores de la guerra y el cautiverio en Alemania. Su desgarradora experiencia fue compartida por millones de soldados rusos.
Su difícil situación, sin embargo, juega un papel subordinado en la conciencia histórica de Alemania. Los millones de soldados y civiles soviéticos que murieron y sufrieron abusos inhumanos no ocupan un papel destacado en la memoria colectiva de Alemania. La Unión Soviética, mientras tanto, veía a los prisioneros que regresaban del cautiverio alemán con gran desconfianza, al sospechar que colaboraban con el enemigo.
Una exposición especial en el Museo Ruso-Alemán dedicada a los prisioneros de guerra soviéticos, presentada el día del discurso de Steiermer, puede ayudar a rehabilitar su posición.
Mientras tanto, el embajador de Ucrania se negó a asistir al evento, al calificar la sede del museo como "una afrenta" debido a su enfoque "ruso" y porque la persecución en tiempos de guerra de otros países como Ucrania, Bielorrusia y los países bálticos estaba siendo "simplemente ignorada".
Rusia reformula la narrativa histórica
Esta disputa diplomática revela cuán politizada y divisiva puede ser la historia. Después de todo, Rusia ha estado reestructurando afanosamente su pasado para legitimar la formulación de sus políticas actuales.
El dictador soviético Josef Stalin, por ejemplo, ha experimentado un verdadero renacimiento en Rusia. Se han adoptado nuevas leyes que buscan reforzar una perspectiva patriótica del pasado. Las antiguas repúblicas soviéticas, entre ellas Ucrania, están preocupadas por esta nueva grandiosidad rusa, al creer que podría ser instrumentalizada para el expansionismo geopolítico.
Steinmeier logró tocar delicadamente todos estos aspectos, pero sin perder de vista su mensaje principal: la expiación por las barbáricas acciones de Alemania durante la guerra. El presidente también criticó al estalinismo y advirtió que la historia no debe ser instrumentalizada, dos cuestiones que hoy no se reconocen fácilmente en Rusia.
Finalmente, a la luz del sangriento pasado, Steinmeier instó a las exrepúblicas soviéticas a mantener lazos amistosos entre sí.
Es hora de un gran gesto
Y sin embargo todavía nos falta un gran gesto de reconciliación, visible para todos los habitantes de las exrepúblicas soviéticas de hoy. De hecho, lo que necesitamos es un gesto similar al momento icónico de 1984 entre el entonces canciller alemán Helmut Kohl y el presidente francés Francois Mitterrand, en Verdún, en memoria de la Primera Guerra Mundial.
Esta imagen, en la que Kohl y Mitterrand se dieron la mano, pronto se convirtió en un símbolo de paz apreciado en Bélgica, Países Bajos y en todas partes. Un símbolo de esta magnitud que conmemora a los que murieron en los campos de batalla de Europa del Este, ya sea en Volgogrado, Járkov, Brest o Bielorrusia, es todavía impensable.
Pero el discurso de Steinmeier en el Museo Ruso-Alemán de Berlín, el lugar de la capitulación formal de la Alemania nazi, sienta las bases para tan grandioso gesto.
(rr/lgc)