UE-El Salvador: seguridad para una paz verdadera
6 de marzo de 2017Puede que los pactos sellados hace un cuarto de siglo en el Castillo de Chapultepec hayan puesto fin a la guerra civil de El Salvador, que dejó 70.000 muertos, 8.000 desaparecidos y un millón de refugiados. Pero, ¿cómo hablar de paz en ese país cuando su actual tasa de homicidios lo convierte, de facto, en el más violento del mundo? Se dice que en 2015 casi rompió su propio récord de 1995, con más de cien asesinatos por cada cien mil habitantes. Muchos hijos de esta nación centroamericana han perdido la esperanza en que las cosas mejoren, pero no todos. El ministro salvadoreño de Asuntos Exteriores, Hugo Martínez, acaba de presentar en Bruselas un ambicioso plan para llevar la verdadera concordia a su tierra natal: el Plan El Salvador Seguro.
“Queremos cambiar la imagen de El Salvador y ya se han producido resultados importantes”, explicó Martínez en una reunión auspiciada por la Asamblea Parlamentaria Europea-Latinoamericana (Eurolat) y la Delegación de la Eurocámara para las Relaciones con América Central, donde se analiza este 6 y 7 de marzo el estatus de la cooperación de El Salvador con el bloque comunitario. Durante la primera jornada, los europeos vieron con buenos ojos el nuevo enfoque salvadoreño para poner coto a la violencia porque va más allá de la política de “mano dura” implementada por Gobiernos anteriores. Y el hecho de que los indicadores de la prevalencia de la violencia hayan descendido en 2016 –81 homicidios por cada cien mil habitantes– también es alentador, aunque es evidente que queda mucho por hacer.
Un progreso frágil
“Hemos reducido la cantidad de homicidios en un 62 por ciento en comparación con el mismo período del año anterior”, subraya Martínez, sabiendo que las cifras absolutas son alarmantes: 740 asesinatos en enero de 2016 y 256 en enero de 2017. Aunque el involucramiento de las Fuerzas Armadas en la aplicación de las medidas de control ha contribuido a alcanzar esa curva estadística descendente, el Ejecutivo del presidente Salvador Sánchez Cerén ha hecho esfuerzos para que, además de reprimir y sancionar a los generadores de la violencia delictiva, se prevenga el fenómeno, se atienda a las víctimas, se proteja a los sectores de la población más vulnerables, se refuercen las instituciones del Estado y se invierta en la reinserción social de los delincuentes. Corrigiendo errores del pasado, en la elaboración del Plan El Salvador Seguro se incluyó al empresariado, a instituciones religiosas, a organizaciones sociales de base, a partidos políticos. De ahí que se le perciba como un proyecto de paz con futuro.
El fenómeno de las maras
No obstante, es sumamente complejo el fenómeno de las maras, como se conoce a las pandillas criminales centroamericanas cuya área de influencia trascendió el subcontinente hace mucho tiempo. Se calcula que en El Salvador hay más de seiscientas células, que se mueven con facilidad entre el mundo urbano y el mundo rural, cada una con más o menos poder en determinados territorios. “Las pandillas están muy integradas en los barrios. No es una cuestión de buenos y malos; hay un entramado social sofisticado que no es fácil de aprehender. Ir progresando por fases nos parece adecuado: ir atendiendo los problemas primero en diez municipios, luego en veinticuatro, luego en veintiséis hasta completar los cincuenta municipios que concentran la mayor violencia”, comenta a DW Alejandro Canto de Conexx, una organización no gubernamental que implementa ciertos proyectos del nuevo plan salvadoreño con fondos de la UE.
“No es que hayamos pacificado al país; todavía hay muchos desafíos pendientes. Pero estamos avanzando. Por ejemplo, estamos reabriendo escuelas que estaban clausuradas y persuadiendo a ciudadanos y a comunidades de que rompan su silencio. Con nuestro apoyo, ahora hay más gente asumiendo una posición de cara a los problemas que los afectan. Creo que estos son elementos fundamentales para alcanzar las soluciones que todos los salvadoreños quieren”, agrega Canto. Éste atribuye enorme importancia a las labores de prevención, es decir, a evitar que los niños se sigan sintiendo atraídos por las maras o que continúen siendo reclutados por ellas.
“No sabemos hasta qué punto se están cumpliendo los objetivos; pero nos parece correcto poner el foco en la prevención y no en la represión”, señala por su parte el eurodiputado Florent Marsellesi. “Eso es mucho más complicado que ordenarle a los militares que usen sus armas para acabar con presuntos indeseables”, añade el parlamentario, abogando, además, por la inclusión de los derechos de las mujeres en el enfoque global de seguridad. “Muchas mujeres terminan encarceladas por crímenes que no cometieron, muchas de ellas son objeto de abusos físicos y violaciones en las prisiones, y muchas pierden la vida a causa de abortos inseguros. Este estado de cosas tiene que cambiar”, dice Marsellesi.
Un respaldo que viene de lejos
A pesar de que este nuevo plan de seguridad para El Salvador ha sido elaborado de manera consensuada, sigue habiendo sectores políticos que añoran la más bien fallida política de “mano dura”. Ésta se aplicó especialmente durante la década pasada, cuando los índices de criminalidad subieron de golpe tras las repatriaciones masivas de mareros desde Estados Unidos. En cambio, en la UE, no parece haber segmento alguno del espectro político comunitario que vea con malos ojos este intento de enfrentar integralmente el problema de la inseguridad ciudadana y la violencia criminal.
Al contrario, se ve con preocupación la posibilidad de que nuevas deportaciones masivas en Estados Unidos, ordenadas por el presidente Donald Trump, refuercen el círculo vicioso de la violencia en El Salvador echen atrás lo alcanzado hasta ahora. De los 21.000 mareros que retornaron al país centroamericano en 2016, sólo 2.300 han logrado reinsertarse exitosamente en la sociedad, según el ministro salvadoreño de Asuntos Exteriores, Hugo Martínez. Al Plan El Salvador Seguro han fluido 50 millones de euros desde fondos europeos para políticas sociales. Actualmente se está negociando el monto para las medidas de prevención. En todo caso, tanto la UE como el Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo están acompañando este proceso, tal como se hizo con los Diálogos de San José, que empezaron en 1984 y condujeron a la firma de la paz en El Salvador hace veinticinco años.