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Récord de contagios de COVID envenena el debate en Alemania

17 de noviembre de 2021

A medida que el número de infecciones aumenta, también lo hace el nivel de agitación en Alemania. La política, la sociedad y medios de comunicación tienen que mostrar más comprensión mutua, opina Marcel Fürstenau.

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Una manifestación de anti vacunas en Hannover.
Una manifestación de anti vacunas en Hannover. Imagen: Matthey/Fotostand/picture alliance

Algunos despotrican contra una dictadura sanitaria, otros meten en el mismo saco a todos los escépticos y a los "contrarios" a la vacunación, absolutamente incorregibles. Ambas cosas son un disparate y dejan temblando a los que ven algo más que blanco y negro. Pero eso es lo importante cuando se habla de COVID-19: percibir también los otros muchos colores. Hay que estar abierto a aceptar otros argumentos y sentimientos que los propios. De lo contrario, no habrá diálogo.

Desgraciadamente, la realidad suele ser otra: aumento del rechazo, la ignorancia, la difamación, en definitiva: frentes endurecidos. Cuanto mayor sea el número de casos diarios en Alemania -infecciones, camas de cuidados intensivos ocupadas, muertes-, más agresivo e implacable es el tono. Sin embargo, la pandemia nos ha enseñado sobre todo una cosa desde que empezó: no hay certezas absolutas, tampoco en el tema del coronavirus.

Hay dudas sobre las medidas contra la pandemia

Ni la ciencia ni la política han hablado en forma unívoca en ningún momento, ni a nivel nacional ni internacional. Todo el mundo aprende algo nuevo cada día, comete errores y saca conclusiones de ellos. Si tienen razón o no, a menudo solo se hace evidente mucho más tarde. Crítica y autocrítica: eso es lo que importa. ¡Pero por favor de manera constructiva y cultivada!

Corresponsal de DW, Marcel Fürstenau
Marcel FürstenauImagen: DW

Puede ser un deseo ingenuo y puede seguir siéndolo. Y los que nunca han estado interesados en un trato justo con los demás se han descalificado de todos modos. Pero valdría la pena intentar llegar a los muchos escépticos, que se sienten inquietos por los estudios sobre los peligrosos efectos secundarios de las vacunas, las decisiones a medias de los políticos rivales, las controvertidas recomendaciones de las comisiones de expertos.

La ira generalizada contra los no vacunados es unilateral e injusta

Sin embargo, no se debe poner en la picota a estos muchos y hacerles sentir que solo ellos son los culpables de la miseria en las unidades de cuidados intensivos. Porque todavía hay suficientes camas, pero muchas no pueden ser ocupadas porque falta personal. Además de los no vacunados, también son responsables de la situación, que vuelve a empeorar drásticamente, las empresas con ánimo de lucro de la industria sanitaria, una política centrada principalmente en la competencia y los empresarios -privados y públicos- que se niegan a pagar salarios justos.

Algunos quizás también están enfadados con los no vacunados porque han sucumbido a una ilusión: porque incluso las vacunas que se han desarrollado en muy poco tiempo -como se puede observar dolorosamente ahora- solo han supuesto un respiro. La eficacia está disminuyendo más rápido de lo que se esperaba. Todo el mundo habla ahora de las vacunas de refuerzo. Y mientras la carrera por esa tercera vacuna está en pleno apogeo en Alemania y otros países ricos, miles de millones de personas no vacunadas en las regiones más pobres del mundo siguen completamente desprotegidas.

El egoísmo de las vacunas acaba por poner en peligro a todos

Este escándalo se ha perdido casi por completo de vista en el ombliguismo alemán. Por ello, conviene recordar las palabras de advertencia del Secretario General de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), António Guterres: privar de las vacunas a los países más pobres e impedir así una distribución justa es "no solo una cuestión de inmoralidad, sino también de estupidez". Todo el mundo en Alemania puede sentirse aludido por esta justificada acusación.

La tarea más urgente de la política y las empresas es luchar por fin con eficacia contra esta flagrante injusticia. En este contexto, la liberación de las patentes de las vacunas no debe seguir siendo un tabú. Y para un mayor consenso social en Alemania, es indispensable un mayor entendimiento mutuo. Por ejemplo, entendiendo que, en interés y por solidaridad con todas las personas que se encuentran en las unidades de cuidados intensivos, hay que vacunarse, a pesar de las reservas que se tenga. Pero los que no se atreven a hacerlo no deben ser castigados por ello. Un confinamiento solo para los no vacunados, como en Austria, sería una transgresión imperdonable.

(gg)