Protocolo de Montreal: exitosa historia medioambiental
17 de septiembre de 2007El agujero en la capa de ozono ha perdido buena parte de su carga terrorífica, por lo menos en lo que respecta a cómo se lo trata en la prensa. En los años 80, cuando apareció sin previo aviso, la idea de que el planeta azul estaba perdiendo su capa protectora hizo cundir la alarma, no sólo en el mundo científico. A más tardar cuando todos acabaron de captar que esto representa un mayor peligro de cáncer –por la disminución del filtro de rayos ultravioletas-, la opinión pública despertó.
Un susto con efecto
“Nuestra comprensión era limitada en aquel entonces”, asevera a DW-WORLD Michael Buchwitz del Instituto para Física Medioambiental de la Universidad de Bremen. Se sabía ya que los compuestos clorofluorocarbonados (C.F.C) que ascienden hasta la estratosfera podían dañar la capa de ozono, pero “se pensaba que ello sucedería lenta y no tan dramáticamente”, dice Buchwitz.
El impacto de la noticia obligó a actuar rápidamente: apenas dos años después de las primeras mediciones que demostraban una concentración menor de ozono sobre la Antártida se firmó, el 16 de septiembre de 1987, el Protocolo de Montreal acerca de las sustancias que conllevan a la destrucción de la capa de ozono. Entretanto, más de 190 Estados han ratificado el documento que regula los CFC, estipula límites y prevé ayudas para que los países en desarrollo cumplan sus objetivos.
Larga recuperación
Todos están de acuerdo: se trata de una exitosa historia en contra de la destrucción de nuestro entorno natural. Y de un hito en la política medioambiental. Sin embargo, concretamente, ¿para qué ha servido el Protocolo de Montreal? “Sobre todo que se acataran las prohibiciones”, asevera Buchwitz. Las mediciones demuestran, que las moléculas de CFC, efectivamente, han disminuido en la atmósfera.
Sin embargo, para que el agujero en la capa de ozono no exista más, falta mucho. “Desde hace más de 10 años se registra las dimensiones máximas del recursivo agujero sobre la Antártida”, explica el científico de Bremen. También sobre el Ártico se detecta el mismo fenómeno, si bien debilitado, todos los años. A pesar del éxito del Protocolo de Montreal, con una rápida recuperación de esta capa de gas protector no se puede contar. “Los CFC duran mucho, décadas, sus moléculas son muy estables”, explica Buchwitz. Se espera que en 60 años se vuelva al nivel de los años 70.
Optimistas, pero no tanto
Es decir, los científicos son optimistas, hasta cierto punto. “No se sabe muy bien cómo se verá el mundo en 50 o 60 años”, recalca Buchwitz haciendo alusión al calentamiento global. “Los gases de efecto invernadero que elevan la temperatura de la Tierra, enfrían la estratosfera”, explica. Esto, a su vez, favorece los procesos químicos que destruyen el ozono.
Todo tiene que ver con todo. Así es la naturaleza, y ello quedó demostrado con el agujero en la capa de ozono: el gas de un aerosol puedo causar problemas de dimensiones globales. Manifiesto quedó también que la humanidad sí puede hacer algo. En ese sentido, el Protocolo de Montreal infunde esperanzas. Por otro lado, las diferencias de este problema con el del cambio climático son evidentes: suplantar los CFC es fácil; reducir drásticamente las emisiones de CO2, lamentablemente, no es tan sencillo.