Presidente Trump: bienvenidos a la realidad alternativa
24 de enero de 2017Cualquiera que haya visto a Donald Trump no solo durante la campaña, sino especialmente ahora que asumió como presidente, debería albergar pocas esperanzas de que el empresario, tras asumir el mando, se convierta en una blanca paloma. La forma en que Trump se manejó en su primer fin de semana como mandatario no solo preocupa a sus opositores. Su acto inaugural fue de marcado acento nacionalista y su discurso una entrega muy agresiva, tanto como nunca antes se había visto ni oído en Washington.
Como si ese quiebre no fuera suficiente para un acto que normalmente estaba marcado por mensajes de reconciliación nacional, poco después Trump volvió a la carga desatando una extraña disputa con la prensa sobre el número de personas que asistieron a su acto de posesión. La insistencia de Trump en que la suya había sido la ceremonia más grande de todos los tiempos derivó en que su jefe de prensa dijera que la mentira era verdad y terminó con un alto asesor describiendo esta visión de las cosas como "hechos alternativos". Como si fuera poco, el mismo día Trump visitó las oficinas de la CIA y dijo que él no tenía nada en contra de los servicios secretos, que todo se trataba de un invento de la prensa.
Ruptura con las tradiciones y las convenciones
El quiebre con las tradiciones y las convenciones ocurrió de forma tan insólita, radical y rápida, que los periodistas no pudieron hacer preguntas, sino solo escuchar. Una mujer que trabaja como cajera en una farmacia cerca de la Casa Blanca, abre su corazón. Sin que nadie le preguntara, y mientras pone la mercadería en el escáner, dispara: "Sigo intentando entender qué pasó. Y ahora tenemos que aguantar cuatro años". Luego suspira y remata... "si tenemos suerte".
Esto demuestra en parte cuál es el estado actual de la situación para muchas personas y sirve para describir lo que ha pasado desde el viernes. Y sí, quizás es demasiado pronto para sacar conclusiones apenas a tres días de asumido Trump, pero convengamos que aclarar con palabras cómo opera el intento por romper con el pasado inmediato -digamos, el gobierno de Obama- y el lejano -digamos, el anterior a Obama- no es una tarea sencilla.
Realidad alternativa
No es solo el tono, el estilo, la posición política y la forma en que el nuevo mandatario entiende su cargo lo que hace una diferencia tan brutal con todo lo conocido. Tiene que ver con eso, pero también con Trump y la era que hizo posible su paso de estrella de reality show a presidente de Estados Unidos. Y sobre la base de lo que sus asesores han dicho, estos sienten los tres primeros días de mandato de su jefe como si se viviera en una "realidad alternativa".
Y esto no se dice en sentido figurado. Porque así como antes era inimaginable que el presidente de Estados Unidos, en su primera visita a la CIA, dijera una mentira verificable, era incluso menos imaginable que en su discurso inaugural un mandatario hablara de "carnicería", o sea de un baño de sangre o de una matanza, para referirse no a la situación de Siria, sino a lo que ocurre en las ciudades estadounidenses.
La nueva normalidad
Ahora todo esto no es solo imaginable, sino que se ha vuelto realidad. Todo lo que hasta ahora se daba por entendido en la política estadounidense, sin importar si gobernaba un demócrata o un republicano, parece anulado por la fuerza desde el mediodía del viernes. El sentimiento de este quiebre probablemente se vio reforzado por la comparación entre el nuevo mandatario y el anterior: por un lado un presidente negro, el primero, cool y simpático, y por el otro el blanco, impulsivo y anciano nuevo jefe de Estado.
Si esta nueva realidad es solo un corto intermedio o, como muchos temen, es la "nueva normalidad", está por verse. Las reacciones en el primer día de mandato de Trump, como por ejemplo la marcha de las mujeres en Washington, así como en otros lugares, son una muestra de que la lucha por la definición de la realidad seguramente recién ha comenzado.