"Para que haya xenofobia no hacen falta inmigrantes"
7 de junio de 2010
No existe un nexo causal entre la inmigración y el aumento de partidos populistas de derecha, opinan expertos en el tema. En países en los que hay pocos inmigrantes, la proporción del populismo de derecha es incluso mayor que en aquellos en los que hay una mayor masa inmigratoria. “En Polonia o en Hungría, por ejemplo, es muy fuerte el populismo de derecha”, explica Andreas Zick, sociólogo del Instituto Interdisciplinario de Investigación del Conflicto y la Violencia de la Universidad de Bielefeld. En dichos países hay pocos contactos interculturales.
También en el caso del partido nacionalista flamenco Vlaams Belang (Intereses Flamencos), en Bélgica, se constata que la xenofobia encuentra terreno fértil allí donde hay poco contacto entre los habitantes afincados allí y los inmigrantes. “Cuando hay inmigración, se produce una reacción a la supuesta amenaza que ésta significa. En otras regiones, donde los inmigrantes están establecidos hace tiempo, no es tan alta la cantidad de clientes potenciales para los partidos de derecha”, señala el investigador.
Conocer al otro: lo mejor contra la extrema derecha
En Suiza, las experiencias son similares. “Cuando se organizó la iniciativa contra la construcción de minaretes, sucedió que, en las regiones donde no hay población musulmana, el porcentaje de rechazo era más alto”, subraya el historiador suizo Damir Skenderovic. “No hacen falta los inmigrantes para que exista la xenofobia”, puntualiza Anetta Kahane, presidenta del consejo administrativo de la Fundación Amadeu-Antonio, que lucha contra la violencia racista.
Pero los movimientos populistas se ocupan precisamente de los problemas sociales que conlleva la inmigración, utilizando para sus fines el miedo latente en la población: “Vemos que el grado de aceptación por los partidos populistas de derecha aumenta allí donde los otros partidos y agrupaciones no toman en serio las necesidades y el miedo al desempleo de la población. Si se la contempla como algo indeseado, la inmigración puede ser percibida como una amenaza e influir de manera devastadora en la mentalidad de los ciudadanos”, aclara Andreas Zick.
Adaptación en lugar de igualdad de oportunidades
El carácter de amenaza de la inmigración se da especialmente en lugares donde los responsables han llevado a cabo una mala política inmigratoria, o donde ésta falta por completo, como en varios países de Europa Occidental. De acuerdo con Anetta Kahane, un ejemplo lo constituyen los inmigrantes musulmanes. En los países que han tenido grandes olas inmigratorias, como los EE.UU. o Australia, hay una capa poblacional de inmigrantes musulmanes mejor integrada, contrariamente a lo que sucede en Europa. “Los musulmanes que emigran hacia esos países lo hacen con un objetivo muy distinto al que tienen los que emigran a Europa, explica Anetta Kahane. Son inmigrantes que quieren formar parte de la sociedad y que aprovechan la presión ejercida por dicha sociedad como una oportunidad de probar su capacidad. “Es gente que quiere hacer carrera”, subraya Kahane.
Por el contrario, los inmigrantes que llegan desde África del Norte, Turquía o los países árabes hacia Europa tienen distancias menores que recorrer y una diferente motivación para emigrar. Según Anetta Kahane, “quieren llegar, quedarse aquí y que los dejen tranquilos. No es eso lo que quieren los inmigrantes de los países inmigratorios tradicionales. Ellos quieren iniciar una nueva vida”.
Los “invitados” se integran peor
El historiador Skenderovic resalta que las sociedades de Europa Occidental contribuyeron durante mucho tiempo a paralizar los esfuerzos de los inmigrantes por integrarse. “Se describía a los inmigrantes como ‘trabajadores huéspedes' o ‘invitados'. Y la toma de conciencia de que, en realidad, somos una sociedad inmigratoria cuyo desarrollo depende en parte de la migración es algo de lo que se ha comenzado ha hablar recién en los últimos diez años”, apunta Skenderovic.
Por eso, el historiador aboga por que se fomente una mayor integración cultural de las corrientes migratorias de los años 50 y 60 a la memoria histórica popular. Como documento se podrían tomar los contratos con los que se alistó a cientos de miles de trabajadores hacia Europa Occidental luego de terminada la Segunda Guerra Mundial. “¿Por qué no se celebra su aniversario paralelamente con el de los tratados de la Comunidad Europea? Con esos contratos de trabajo, el Estado también dio un paso que tuvo consecuencias por demás positivas para la sociedad de posguerra”, cuestiona Skenderovic.
Europa Oriental: ¿otra vez el fantasma del enemigo?
En los países de Europa Oriental no hubo, ni durante la era comunista ni en la etapa posterior, una inmigración comparable a la que hubo en Europa Occidental. Por eso, los populistas concentran su discurso contra las minorías que viven allí desde hace siglos. Los gitanos y otros grupos étnicos se transforman así en objeto de movilización nacionalista, que es lo que sucede en Hungría y Eslovaquia. Sobre todo, sigue habiendo un fuerte antisemitismo en muchos países. “Allí, Europa muestra su verdadero rostro. En el siglo XX, el antisemitismo era el elemento más fuerte de rechazo por las minorías. Y, en las sociedades postcomunistas, el antisemitismo es justamente el factor del que se nutren los movimientos antimodernistas”, dice Anette Kahane.
Tales movimientos contra las minorías se caracterizaban por una fuerte disposición hacia la violencia étnica, dice la presidenta de la Fundación Amadeu-Antonio. “En Rusia, en Ucrania, Polonia, en la República Checa, en Hungría, en la ex Yugoslavia, y también en Rumania y en Bulgaria hay grupos de gran influencia que atentan contra las minorías, golpeando y asesinando gente en las calles”, explica la experta.
Derecha e izquierda extremas, contra la modernidad
Las causas de esa violencia, de acuerdo con Anette Kahane, están en un “espíritu revolucionario empapado de nacionalismo, chauvinismo y racismo”, que, al mismo tiempo, es fuertemente anticapitalista y tiene sus raíces en la tradición antiimperialista. Está en contra de “la modernización de la sociedad y de todo lo que tenga que ver con la globalización y con ideas cosmopolitas”. Se trata de una consecuencia de la era comunista, “que era estructuralmente autoritaria y también enemiga de todo tipo de sociedad abierta y basada en la libertad que permitiese influencias diversas y se abriera al mundo”. En ese aspecto, las ideologías de extrema derecha y de extrema izquierda, asombrosamente, se asemejan.
Autor: Fabian Schmidt/ Cristina Papaleo
Editor: Enrique López Magallón