Opinión: Tarjeta amarilla medioambiental para Alemania
27 de febrero de 2018¿Cómo era el asunto? Sobre todo al comienzo de su gobierno, Angela Merkel era apodada "la canciller del medio ambiente". Ella contribuyó al avance de la política de protección climática a nivel internacional, hizo labor de convencimiento en el círculo de las grandes potencias industrializadas del G8 y luego el G7. Declaró prioritario el cambio de la matriz energética. Pero olvidó llevar consigo a la poderosa industria automotriz alemana por la senda hacia un futuro respetuoso del medio ambiente.
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La industria siguió produciendo vehículos potentes, dejó pasar el momento adecuado para subirse al carro de la electromovilidad y finalmente apostó por los motores a diésel, porque emiten menos gases de efecto invernadero que los motores a gasolina. En cambio, emiten mucho óxido nitroso. Y las empresas engañaron a diestra y siniestra para encubrir esos altos niveles.
El tribunal habló claro
Ahora, el Tribunal Federal Contencioso-Administrativo, con sede en Leipzig, dio la razón a los ambientalistas que presentaron una demanda: si no hay otra solución, si se siguen sobrepasando los niveles permitidos de óxido nitroso -y eso ocurre en docenas de ciudades alemanas- las autoridades municipales podrán (y a la larga deberán) desterrar a los vehículos a diésel de sus calles y centros urbanos. El tribunal impone lo que los políticos eludieron.
La cuenta será presentada por lo pronto a quienes compraron de buena fe automóviles a diésel, entre ellos muchos pequeños empresarios. Los esfuerzos de los políticos y la industria automotriz por resolver el problema dotando a los vehículos de un mejor software han sido hasta ahora tibios. Un reequipamiento caro pero efectivo, cuesta varios miles de euros por vehículo. Y la industria no quiere pagarlos. Por lo menos hasta ahora. Eso podría cambiar si se aplican prohibiciones de circulación. La esfera política, que no quiere incomodar aún más a este importante sector económico, se esfuerza entretanto por solucionar el asunto con todo tipo de medidas complementarias. Piensa en un transporte colectivo gratuito, quiere que en el futuro los buses y autos oficiales sean eléctricos. Y, sin embargo, sabe que solo se podrá reducir realmente los niveles de contaminación con autos a diésel reacondicionados y limpios. De lo contrario, podrá haber prohibiciones de circular, no de inmediato, pero a mediano plazo. Y no solo en las ciudades de Düsseldorf y Stuttgart, que fueron objeto de la demanda, sino también en muchas otras.
Presión de la UE
Varios políticos regionales ya han hecho notar que las eventuales prohibiciones de circulación serán difíciles de imponer. Argumentan que faltan policías. Al final, probablemente se llegará a dotar de un sello propio a los vehículos a diésel más nuevos, que cumplen con las estrictas normas de la UE y que podrán circular sin restricción. Los autos más antiguos solo lo obtendrían si son reacondicionados. Pero en el Parlamento alemán no hay una mayoría dispuesta a aprobar semejante reglamentación a nivel nacional.
Apropósito de la Unión Europea: nueva es la experiencia de que en asuntos polémicos concernientes a la industria automotriz, el gobierno alemán ya no logra imponerse en Bruselas. Pero eso no es tan terrible: Alemania ha sepultado a la energía atómica y ha instalado miles de plantas eólicas y solares en su territorio. Ahora, el país de las autopistas sin límites de velocidad y de los símbolos de status cromados, tendrá también una nueva movilidad. Con algo de presión de parte de Bruselas y los tribunales alemanes.
Jens Thurau (ERS/VT)
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