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Opinión: Navalny estira mucho el elástico

Juri Rescheto
12 de junio de 2017

La detención de Alexei Navalny puede significar el fin del movimiento de protesta en Rusia. Si eso ocurre, el mismo político opositor será cómplice, opina Juri Rescheto.

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Russland Proteste in Moskau
Imagen: picture-alliance/AA/S. Karacan

Un joven de la sureña ciudad de Novorossiysk fue golpeado hasta el hastío por querer asistir a una protesta ante el ayuntamiento. La víctima es un seguidor de Navalny. Otro joven en la ciudad siberiana de Irkutst también fue brutalmente agredido. Su "delito" es ser hijo de un empresario que arrendó un recinto para el personal que trabaja para Navalny.

 

Más información:

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Miles de estudiantes en toda Rusia han recibido cartas amenazantes de parte de las autoridades, en las que se les advierte que no se sumen a las protestas organizadas por Navalny. El argumento: esas manifestaciones son una provocación.

Y por último: un niño de 10 años recitaba a Shakespeare en la calle Arbat, en el centro de Moscú. Los policías estaban nerviosos. Como temen a las aglomeraciones, decidieron expulsar al niño del lugar. Si el chico era partidario de Navalny o siquiera alguna vez ha escuchado algo de política es algo que no se sabe. En el país se ha discutido bastante sobre este caso.

Quien desee luchar, debe tener cuidado

Estos ejemplos muestra cuán nerviosas están las autoridades rusas. Y estarán cada vez más nerviosas a medida que se acercan las elecciones presidenciales en el país. Se han aprobado leyes absurdas para poder meter en la cárcel a personas que escriban mensajes dudosos en las redes sociales. Mensajes dudosos para las autoridades, claro. Todo esto es cuestionable desde el punto de vista de los derechos humanos.

Quien desee seguir luchando deberá ser cuidadoso. De lo contrario, la lucha puede terminar demasiado rápido. Quien vive en Rusia sabe de qué hablamos. Alexei Navalny vive en Rusia. Y, pese a ello, asume el riesgo. Y podría perder antes de lo que se imagina.

Juri Rescheto, de DW.
Juri Rescheto, de DW.

Las últimas protestas en Moscú fueron acordadas con las autoridades. El permiso para recorrer la ciudad fue casi un milagro. Finalmente la manifestación tendría lugar en el día festivo más importante: el 12 de junio, Día de Rusia. El lugar escogido, sin embargo, no fue la Plaza Roja, sino un conocido sitio de reuniones en medio de Moscú: la avenida Académico Sajarov.

Una provocación innecesaria

De forma sorpresiva, Navalny llamó a sus seguidores a reunirse en otro lado, exactamente en el lugar donde se llevarían a cabo las celebraciones por el Día de Rusia, en la calle Tverskaya. En medio de territorio "enemigo", si se quiere. Para las autoridades esto es una clara provocación. Navalny había sido advertido, pero él siguió adelante con su plan... y terminó tras las rejas.

Junto a él fueron encerrados otros setecientos rusos que habían seguido su llamado. Gente joven. Estudiantes. Escolares. Muchos de ellos saldrán pronto en libertad, pero de seguro no todos. Claramente, se trata de una demostración de fuerza de las autoridades, pero también de una provocación completamente innecesaria por parte del opositor Navalny, justo en un día tan especial. Y en un lugar tan especial, además.

El resultado: el movimiento de protesta que el mismo Navalny había iniciado y que parecía tan exitoso, pronto podría ser parte del pasado. Porque su carismático líder estará fuera del alcance de sus seguidores. Y entonces no habrá más brotes tiernos de democracia en Rusia. Y el juego será muy distinto. Y eso sería muy lamentable.

Autor: Juri Rescheto (DZC/ERS)