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Opinión: Deutsche Bank, última oportunidad

Henrik Böhme
26 de abril de 2018

El nuevo jefe del Deutsche Bank comenzó a trabajar a toda máquina en su reestructuración. Solo tiene una oportunidad. Si fracasa, este banco será cosa del pasado, a juicio de Henrik Böhme.

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Jahreshauptversammlung Deutsche Bank AG | Christian Sewing
Imagen: Imago/H. Förster

Christian Sewing tiene prisa. "¡No hay tiempo que perder!”, afirma el nuevo jefe del Deutsche Bank. Con menos de tres semanas en el cargo, ha emprendido una reestructuración radical. Y, en efecto, ya era hora de que algo sucediera con el principal instituto crediticio de Alemania. Los pasados tres años estuvieron dedicados a hacer limpieza. Dado que los lastres eran tan abultados, el antecesor de Sewing, John Cryan, no tuvo tiempo de pensar en el futuro. Cryan fue la máquina de remover escombros. Sewing ha de ser el arquitecto del nuevo Deutsche Bank.

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Adiós a Estados Unidos

Ahora ha de ocurrir lo que debió haber ocurrido hace tiempo: el banco se concentrará mayormente en sus negocios en Alemania y Europa. Y podará sus negocios en Estados Unidos, porque de todos modos no puede competir con los grandes de Wall Street. Aunque digan que "no es una retirada del negocio estadounidense”, será entonces una despedida paulatina. Tal como Volkswagen nunca volverá a vender un diésel en Estados Unidos, el Deutsche Bank quizás conserve allí algún timbre con una placa, pero por lo demás dirá "bye bye”.

Es la hora del mercado interno: Alemania y Europa. La atención ha de volver a centrarse más en los clientes privados y empresariales, y también en quienes tienen abultadas billeteras. A la luz de lo ocurrido en el pasado, esta es una idea revolucionaria. Las personas comunes y corrientes que hayan tenido una cuenta en el Deutsche Bank pueden dar fe de ello. Dado que este banco se creía superior, los clientes particulares eran desplazados. Y dado que prefería moverse allí donde los poderosos competidores estadounidenses tienen sus minas de oro, era ese el sitio donde centraba sus esfuerzos. En algún momento, dejó de importarle el negocio con los clientes nacionales.

Trabajo en lugar de arrogancia

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Henrik Böhme.

La consecuencia fue que cuando las empresas alemanas requerían financiamiento para hacer adquisiciones o participar en grandes fusiones, no se dirigían ya al Deutsche Bank. El financiamiento de la mediana empresa -que como se sabe es la columna vertebral de la economía alemana- parecía un negocio demasiado pequeño: demasiado trabajo y ganancias demasiado pequeñas. Esta postura arrogante fue la que llevó al Deutsche Bank al borde del abismo.

Ahora todo eso ha de cambiar. Pero ¡cuidado! En lo que respecta al negocio con la mediana empresa, otros ya lo han descubierto hace tiempo: las cajas de ahorro, las cooperativas y el Commerzbank que, tras sufrir su propia crisis, andaba en busca de un nuevo campo de acción.  Nadie está esperando en las empresas a los asesores del Deutsche Bank.

En consecuencia, no hay garantía de éxito para Christian Sewing, pese a que el hombre conoce este banco como su propia casa. Al fin y al cabo, comenzó su carrera hace 26 años en una filial de Bielefeld. Ocurre que el banco sigue teniendo un problema de costos. Y la anunciada gran reestructuración es, por lo pronto, ante todo, cara. Ya se habla de 800 millones de euros, solo para el año en curso.

Resultado incierto

Además, la reforma tomará tiempo, por mucho que Sewing quiera apretar el acelerador. En su plantel habrá de seguro una buena cantidad de personas que pisarán en cambio el freno, simplemente porque tras lo sucedido en los últimos años, con un zigzagueo errático, están desmotivadas.

¿Habrá en alguna parte una luz al final del túnel? Dentro de dos años, el Deutsche Bank cumplirá 150 años. ¿Lo encontrará esa fecha en el lecho de muerte, o podrá festejarla fortalecido? Yo no me atrevería a hacer una apuesta.

Henrik Böhme (ERS/VT)