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Obama en Alemania: los altibajos de una amistad siempre vigente

3 de junio de 2009

Luego de viajar por los países árabes, Barack Obama llegará a Alemania este viernes 5 de junio. Esto da lugar a un recorrido por la historia de las relaciones germano-estadounidenses.

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Obama visitará Alemania el 5 de junio.Imagen: AP / DW-Montage

La República Federal de Alemania festeja sus 60 años de vida, y con este aniversario se cumplen también los 60 años del nacimiento de las relaciones germano-estadounidenses. Después de la II Guerra Mundial los EE.UU. pasaron de ser la potencia ocupante a convertirse en país protector y hasta a colaborar con la reunificación alemana en 1989. Siempre hubo tanto armonía como diferencias en las relaciones bilaterales EE.UU.-Alemania. La guerra de Irak es un ejemplo de posiciones desencontradas. Pero en el 60 aniversario hay más aspectos positivos que negativos, y, si los alemanes hubiesen podido votar en las elecciones presidenciales estadounidenses, hubiesen votado sin duda a Barack Obama.


Kennedy sienta las bases de amistad

El 23 de junio de 1963 las palabras de John F. Kennedy, “soy un berlinés” retumbaban en Berlín, y hacían que los habitantes de esta ciudad volvieran a sentirse orgullosos de ser berlineses. Las relaciones con EE.UU. estuvieron empañadas durante mucho tiempo por el conflicto alrededor de Berlín y el confrontamiento con la Unión Soviética. La Guerra de Corea aumentó el miedo al comunismo y a una nueva guerra. En 1955, el canciller alemán Konrad Adenauer pide más autonomía armamentística, y Alemania pasa a ser miembro de la OTAN.

John F. Kennedy bei seiner Rede 1963 in Berlin
Foto histórica del presidente John F. Kennedy durante su famoso discurso en Berlín.Imagen: picture-alliance/ dpa

Adenauer visita los EE.UU. y hasta fuma la pipa de la paz con los indios en Milwaukee, el estado más alemán de ese país, en el que viven millones de estadounidenses con raíces germanas. Pero no son las fumatas por la paz lo que consolida las relaciones bilaterales, sino la Guerra Fría. Poco después de la visita de John F. Kennedy a Berlín, sin embargo, se produce el primer alejamiento motivado por la Guerra de Vietnam. En Alemania también crece la ola de movimientos pacifistas.


Carrera nuclear contra el Este

Cuando en 1969 Willy Brandt, político del Partido Socialdemócrata, es elegido canciller y contribuye a la conciliación con el Este europeo, tanto con la República Democrática Alemana como con la Unión Soviética. Pero es su sucesor, Helmut Schmidt, quien toma las decisiones de más peso con el presidente estadounidense Jimmy Carter.

60 Jahre Bundesrepublik Mauerfall
Alemania unida, reza el cartel frente a los restos del Muro de Berlín.Imagen: picture-alliance/ dpa

Las medidas conjuntas no tienden a acercarse al Este con cautela, sino a intimidarlo con la amenaza nuclear. Con un acuerdo bilateral sientan las bases para el rearme nuclear de Occidente, y otra vez se producen protestas pacifistas y, con ellas, una pausa en el entusiasmo por el gran hermano del norte. Tales protestas contra la carrera armamentista de las grandes potencias son las que acompañan la visita del presidente Ronald Reagan en 1987. La Unión Soviética comienza a debilitarse, y el presidente Mijail Gorbatschov introduce reformas importantes. “Sr. Gorbatschov, abra esta puerta. Sr. Gorbatschov, derrumbe este muro”, pide Reagan frente al Muro de Berlín.

Caída del muro y el horror de las Torres Gemelas

El 9 de noviembre de 1989, la frontera entre las dos Alemanias deja de existir, y Helmut Kohl no escatima esfuerzos para lograr que la reunificación alemana sea una realidad. “Cuando el Muro cayó recibimos apoyo y ayuda de nuestros amigos estadounidenses como de ningún otro país, y eso nunca lo olvidaremos”, dice Kohl.

Vor dem Aufschlag
Atentado al World Trade Center en Nueva York.Imagen: AP

El presidente estadounidense George Bush padre apoya la voluntad de reunificación aún contraponiéndose a los reparos de los vecinos europeos. Pone una condición: que la Alemania unida siga ocupando su lugar en la OTAN.

Cuando caen las Torres Gemelas el 11 de septiembre de 2001, los atentados terroristas sacuden tanto a Washington y Nueva York como a los alemanes. El entonces canciller socialdemócrata Gerhard Schröder asegura frente al Parlamento que “así como John F. Kennedy defendiendo la libertad de Berlín dijo en su momento “Yo soy un berlinés”, hoy les llegó el momento a los alemanes de devolver ese gesto diciendo que somos solidarios con el pueblo de EE.UU.”

En Berlín salen más de 250.000 personas a la calle a manifestarse por los EE.UU. Alemania apoya la lucha contra el terrorismo del presidente George W. Bush con varios miles de soldados. Pero cuando Bush se arma para la guerra contra Irak, el gobierno de Schröder se niega a seguirlo, y la mayoría de los alemanes piensan igual. Esto enfría otra vez la amistad germano-estadounidense.

Entusiasmo por Obama: ¿Yes, he can?

La canciller Angela Merkel, de la Unión Cristiano-Demócrata, vuelve a acercar las posiciones de Berlín y Washington. “Nos necesitamos mutuamente y es de interés para ambos países mantener buenas relaciones”, dice Merkel. Diversos encuentros en el Este alemán y en el rancho de Bush en Texas dan cuenta de ello.

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Barack Obama durante su visita a Berlín en julio de 2008.Imagen: AP

Pero no es el fuego de la barbacoa lo que enciende a los alemanes en su relación con EE.UU. Es notoriamente el proyecto político de Barack Obama, quien viaja a Berlín en julio de 2008, el que hace que los berlineses vuelvan al entusiasmo verdadero. “Yes, we can” y “Gracias, ciudadanos de Berlín, gracias al pueblo alemán”. Con estas palabras, Obama se dirige a las 200.000 personas que lo aclaman. Muchos recuerdan la visita de Kennedy en 1963. La prensa germana escribe “Otro berlinés”, y lo llama “el Kennedy negro”.

En Dresde lo espera la multitud. Su visita será corta, pero de fuerte simbolismo: pasará por el ex campo de concentración de Buchenwald. También lo esperan varios homenajes, si bien no se sabe aún si volverá a dirigirse a la gente como lo hizo en julio de 2008.

Autora: Andrea Grunau/ Cristina Papaleo

Editora: Claudia Herrera Pahl