Mascotas en la cárcel
28 de marzo de 2009Es un hecho mundialmente conocido el que un animal de compañía cambia a una persona. Las mascotas, sin quererlo, hacen que sus dueños adquieran responsabilidad, compromiso, y sobre todo, crean un lazo afectivo mucho más poderoso de lo que la gente que no posee mascotas puede llegar a entender.
Un animal doméstico no sólo es un ser querido cuando se adopta en una familia. También es una terapia. Un tratamiento que, según un estudio del criminólogo profesor de la Universidad de Osnabrück Dr. Hans-Dieter Schwind titulado Tiere im Strafvollzug (Animales en el régimen penitenciario alemán), puede perfectamente adaptarse a entornos mucho menos acogedores que el hogar privado: las cárceles alemanas.
Objetivo: los jóvenes
En un país con una triste historia de sangrientos episodios protagonizados por jóvenes armados en escuelas y colegios (la masacre de Erfurt en 2002, el tiroteo de Emsdetten en 2006 y los más recientes asesinatos de Winnenden en marzo de 2009), se impone un periodo de recapacitación y de posibles métodos para el tratamiento de este tipo de criminales.
La terapia de los animales se enfoca de manera especial hacia este perfil: “La terapia pedagógica basada en animales promete resultados positivos, ante todo, en casos de jóvenes encarcelados, puesto que en este tipo de prisiones se reúnen de forma desproporcionadamente frecuente jóvenes con problemas de conducta y de desadaptación social”, expone el profesor Schwind en su estudio.
Clave: la empatía
El objetivo de esta curiosa terapia es, principalmente, provocar en los jóvenes sentimientos y sensaciones a los que son ajenos por medio del contacto y la familiaridad con los animales. En concreto, para el doctor Schwind son seis las principales metas a lograr por medio del uso de animales como “compañeros terapéuticos”.
En primer lugar, “la reducción de sentimientos negativos”, como el aislamiento, la monotonía y la depresión, detonante incluso de comportamientos suicidas. El segundo punto se refiere a “la construcción de un sentido de la responsabilidad para con el otro”: entender la necesidad de cuidados del animal, cuidarlo y darle atención. “El fortalecimiento del lazo afectivo a través del diálogo no verbal” es otro de los puntos principales.
En la misma línea siguen los tres últimos puntos: “la promoción de habilidades sociales” como la paciencia o la tolerancia de la frustración, “la mejora de la accesibilidad para los demás” por medio, por ejemplo, de actividades dinámicas grupales, y un “aprovechamiento significativo del tiempo libre” a través de la posibilidad de pasarlo con las mascotas.
Antecedentes carcelarios
La terapia con animales en prisión no es un fenómeno nuevo en Alemania. El primer intento de pedagogía de este tipo tuvo lugar en la prisión juvenil Vechta, en Baja Sajonia, en 1989. Por medio del cuidado de animales como pavos, patos, gallinas, ovejas y conejos, se establecieron una serie de objetivos para los reclusos, como por ejemplo, “entender que todos los seres vivos requieren un cuidado, y que su crecimiento y prosperidad dependen de sus actos”.
Más reciente es el proyecto de la prisión juvenil Neustrelitz, en Mercklemburgo-Antepomerania, en 2001. En él, además de ponis, ovejas, cerdos y gallinas, los perros juegan un papel importante: cada uno de ellos recibe el cuidado de dos presos, que lo atienden en diferentes horarios. Además, durante el tiempo de ocio, los reclusos tienen la libertad de sacar a los canes de sus casetas y divertirse con ellos.
Otras prisiones de este tipo, como la de Groß-Hesepe, también han apostado por este tipo de terapias.
No obstante, el fenómeno en Alemania es decididamente minoritario, a diferencia de Estados Unidos, donde el efecto de los animales en las cárceles tiene una historia mucho más extendida. Los animales de compañía todavía no son invitados frecuentes en las prisiones alemanas. Aunque es seguro que allí donde lo sean, serán muy bien recibidos.
Autora: Lydia Aranda Barandiain
Editor: José Ospina Valencia