Los últimos testigos
17 de mayo de 2014
Al final, el público decidió levantarse y mostrar sus condolencias inclinándose ante seis ancianos, que lograron sobrevivir y superar las inhumanas barbaries cometidas por el Tercer Reich.
Durante dos horas aparecen sentados en el escenario, con dos pantallas semitransparentes, sobre las que están proyectados sus rostros. Caras serias con movimientos sutiles. Estamos aquí, dicen estas caras. Delante, cuatro actrices del Burgtheater de Viena ante las pantallas, que componen un estudiado collage sobre los sucesos ocurridos entre 1938 y 1945.
Estamos ahí
Lucia Heilman, Rudolf Gelhard, Vilma Neuwirth, Marko Feingold, Suzanne-Lucienne Rabinovici y Ari Rath tienen entre 80 y 100 años de edad. A excepción de Suzanne-Lucienne, todos crecieron en Viena y vivieron de cerca la anexión de Austria al Tercer Reich en marzo de 1938. La ilusión de las masas y los grandes cambios, como que los policías adornasen su uniforme con las cruces gamadas y pasasen de ser buenos vecinos a convertirse en crueles arios. La violencia con la que despertó el antisemitismo latente desde hace años mostró la cara más dura de la maldad. El 1 de abril de 1938, el primer transporte entró en el campo de concentración de Dachau. De los 151 deportados, 60 eran judíos.
Kurth, hermano de Vilma Neuwirth, metió sus cosas en la mochila. Quería irse, solo huir. Vivir como judío bajo el régimen de Hitler era un suicidio. Así, dice Vilma, comenzó la dispersión de la familia. Lo que siguió es de sobra conocido y todavía provoca un nudo en la garganta en este pequeño y tranquilo teatro. Los testigos presenciales cuyo sufrimiento narran los actores, continúan todavía presentes. Ellos, personas que sufrieron hambre, violencia, humillaciones, enfermedades y pánico a la muerte, al final sobrevivieron y están sentados silenciosamente en el escenario para enfrentarnos al capítulo más oscuro de la historia europea. Vemos sus caras, cambiando con fotos de niños, de padres, de hermanos así como fotografías históricas de Austria, Alemania y el Báltico, hogar de Suzanne-Lucienne Rabinovici.
Contra el olvido
El séptimo participante en el proyecto, Ceija Stojka, de etnia romaní y superviviente de un campo de concentración, murió el 28 de enero de 2013 en un hospital vienés. Estuvo internada en los campos de concentración de Auschwitz, Ravensbrück y Bergen-Belsen y, junto a su madre y sus cuatro hermanas, fueron de los pocos supervivientes de una gran familia de 200 personas. Su sillón permanece vacío sobre el escenario, cubierto con una toalla. Al final de la noche, suena una grabación con su voz, entonando una canción conmovedora a la vez que avisa de no olvidar.
Su vida fue un privilegio, dice Rudolf Gelbard cuando al final decide ir al frente del escenario con los otros testigos y toma la palabra. Siempre se preguntó qué podía haber hecho por aquellos que no habían sobrevivido. Por eso, decidió hacer de altavoz para ella. Además, también Rudolf Gelbard se preocupa de que no tomen en serio a los movimientos neonazis actuales.
La herencia austríaca
Ni en Alemania ni en Austria se ha tratado completamente la memoria histórica. Probablemente, tampoco sea posible. En Austria, la confrontación con fascismo y genocidio es muy laxa. La mentalidad sobre el nacionalsocialismo fue archivada con reservas. Los supervivientes de los campos de concentración vieron que no eran bienvenidos, pero sobre expresiones antisemitas nadie dijo nada. Incluso el soldado y oficial nacionalsocialista Kurt Waldheim, que tenía detalles sobre deportaciones y los crímenes de guerra, pudo ser presidente del país entre 1986 y 1992.
Los testigos de la época no cuentan su vida a partir de 1945 sobre el escenario, sino en una conversación posterior con el público. Completamente despiertos, con inteligencia y con humor. Un gran final para una noche especial de teatro, que seguro dará que hablar.