Los gansos y San Martín
10 de noviembre de 2008Alrededor de diez millones de gansos acaban sus días en el asador el 11 de noviembre. Una leyenda en torno al obispo de Tours, el buen San Martín, lo explica: “Sie haben Sankt Martin verraten, drum musen sie jetzt braten” lo que significa que traicionaron a San Martín y por eso deben ser asados.
Tradicionalmente, los gansos de San Martín acaban su vida así: lavados y salados por dentro; luego, adobados con azúcar, canela y brandy, su interior se rellena con una mezcla de pan rallado, manzanas y ciruelas. Para que su piel quede crujiente, después de unas 3 horas de estar bajo un asador a 200 grados, los rocían con un poco de agua fría. Y otros diez minutos de asador. ¿Qué pueden haber hecho tan malo los gansos para ser merecedores de un suplicio así?
San Martín, nacido en Hungría en el año 316, era hijo de un oficial romano. Creció en Pavia y entró a los quince años a servir, como su padre, en el ejército. Durante su carrera militar no fueran pocas las ocasiones en que demostró su buen corazón.
Acabado su tiempo de servicio, el apreciado oficial volvía a su casa en Francia cuando se encontró, en una gélida noche, a un mendigo, que al borde del camino pedía ayuda antes de que el crudo invierno acabase con su vida. San Martín detiene su caballo, con su espada divide en dos su grueso manto de paño… y antes de que el harapiento pudiera agradecérselo, desaparece.
La misma noche se le aparece en sueños el mendigo, diciéndole que a quien había ayudado era al mismísimo Cristo. Martín, entonces, se convierte al cristianismo y poco después funda el primer convento en el sur de Francia. Sus obras y su vida de asceta lo hacen tan popular, que la gente de Tours lo aclama como obispo. San Martín –que no quiere aceptar el cargo- se esconde en un corral. Pero los graznidos lo delatan. En 371 es proclamado obispo, en contra de su voluntad, por culpa del ganso. Por eso, por traidor, ¡al asador!