La venganza de las llanuras aluviales
11 de junio de 2013Hogares sin abastecimiento eléctrico, vecindarios bajo el agua, ciudades enteras evacuadas… La crecida de los ríos ha marcado el fin de la primavera en Alemania. De sus dramáticas secuelas se culpa a la naturaleza inclemente; pero fue el hombre quien, literalmente, allanó el terreno para las inundaciones de 2013. A Emil Dister, director del Instituto de Llanuras Aluviales de WWF, le ha tocado repetir esta afirmación muchas veces ante la insistencia de los medios germanos en saber si la catástrofe natural de este año es atribuible a la intervención humana.
“En su estado natural, el río crea sus propios espacios para escurrir el exceso de agua que llega a su cauce. Pero la actividad humana ha reducido drásticamente el tamaño de esos terrenos inundables naturales y, ahora, las masas de agua que se acumulan en esos cauces tienen mucho menos espacio para distribuirse”, explica Dister. Los cálculos de la Oficina Federal para la Protección de la Naturaleza respaldan lo dicho por el experto: un 80 por ciento de las llanuras aluviales de Alemania han desaparecido para dar paso a poblados y complejos industriales.
Y muchos de los terrenos inundables que quedan son utilizados intensamente para la agricultura. Según Dister, los procesos de urbanización han afectado la manera en que el agua fluye en los ríos pequeños y el cambio en el uso que se le da a las tierras es responsable de las transformaciones sufridas por los ríos grandes: las lluvias de este año cayeron sobre un suelo que ya estaba saturado de agua debido a la humedad de esta primavera. De ahí que las organizaciones ecologistas exijan desde hace décadas la “renaturalización” de los ríos.
Es necesario implementar medidas impopulares
“Los Gobiernos regionales de Alemania han invertido grandes sumas en la construcción de muros y diques cada vez más altos, entre otras estrategias para evitar la inundación de las ciudades, los centros industriales y las granjas. Pero, por sí solas, esas medidas no bastan. Necesitamos ríos vivientes con orillas libres; no solamente con miras a reducir el número de inundaciones, sino para preservar la naturaleza”, sostiene Olaf Tschimpke, presidente de Unión para la Conservación de la Naturaleza y la Biodiversidad (NABU).
“La idea de tener diques más altos suena como algo razonable, pero, con frecuencia, esos diques lo que hacen es ocasionarle problemas a las comunidades que están río abajo”, agrega Georg Rast, experto en hidrología de WWF. Después de las inundaciones de 2002 en las zonas a orillas del río Elba, tanto el Gobierno central y como los regionales iniciaron programas de protección contra las crecidas. No obstante, una década más tarde, el riesgo no se ha reducido, lamentan los activistas del ambientalismo.
“Las inundaciones de este año demuestran de nuevo que debemos devolverle a la naturaleza por lo menos una parte de los espacios que le hemos quitado. Si no lo hacemos, ella recuperará a su manera lo que es suyo. Necesitamos más terrenos inundables naturales”, dice Mojib Latif, del Centro Helmholtz para la Oceanografía, en Kiel. Latif añade que también es necesario implementar políticas tan impopulares como la prohibición de construir en zonas amenazadas por inundaciones.
Autores: Irene Quaile / Evan Romero-Castillo
Editora: Emilia Rojas Sasse