La tortura se lee en los huesos, y un radiólogo alemán conoce su escritura
26 de junio de 2009Según informes de Amnistía Internacional, organización especializada en derechos humanos, en 150 países del mundo se aplica la tortura en estaciones de policía, en cárcelas e incluso en la vía pública. Para las víctimas del maltrato –que viola el derecho básico de toda persona a la integridad física- esto no significa un momento de dolor, sino a veces una vida entera destruida por el trauma sicológico y físico.
Cuando se trata de hacer justicia o de pedir asilo en otros países, muchas veces faltan las pruebas de que fueron torturados. En Alemania, Hermann Vogel, radiólogo de la Clínica Universitaria de Hamburgo, se ha especializado en detectar en radiografías las huellas –a veces muy viejas- de los más diversos métodos de tortura.
Unas, evidentes; otras, no tanto
En el Instituto de Medicina Legal de la Clínica Universitaria de Hamburgo se exponen imágenes de cráneos agujereados, omoplatos salidos de su articulación, brazos y piernas rotas. No se trata de imágenes de heridas accidentales; son las huellas dejadas por maltratos voluntarios. En la fotografía de un pie se puede reconocer, por ejemplo, la deformación del segundo y tercer dedo, dos falanges faltan. “Esto es consecuencia de una compresión con torniquete del pulgar. Este método (medieval) de producir dolor, destruir el hueso y atrofiarlo sigue siendo común hoy en día”, asevera Vogel.
Prueba de plausibilidad
Para su diagnóstico, el catedrático de Hamburgo no requiere de mucho equipo. Le basta una radiografía, una lupa potente y su vasta experiencia; sabe en qué países se aplican qué métodos de tortura. Las fisuras, las sombras y las manchas en las imágenes son comparadas con las historias que le cuentan sus pacientes. Su método, prueba de plausibilidad, requiere datos: cuándo fueron torturados, por quién, cómo y dónde. “La prueba de plausibilidad incluye, por ejemplo, el tipo de golpe y el tiempo transcurrido desde ese momento. Así se puede comprobar el cambio en las estructura ósea debido a una fractura”, cuenta Vogel.
Hace 35 años, el médico comenzó a especializarse en este campo. Por aquel entonces, era catedrático invitado en una clínica de México y en unas radiografías le llamaron la atención ciertas fracturas recurrentes. “Reconocí entonces que seguían un patrón. Y empecé a ocuparme del tema. La gran dificultad radicaba en conseguir las radiografías, pues en los países en que se practica la tortura no se le entregan al paciente”, narra Vogel, que con su método ha viajado por más de 30 Estados, entre ellos China, Zimbabue y la República del Chad.
En caso de duda, en contra del asilo
Cuando las víctimas solicitan asilo en Alemania hay que entregar pruebas de maltrato. “El grado de éxito es muy bajo”, cuenta Vogel quien lamenta que, a final de cuentas, no sea su peritaje lo que decide si se acepta al refugiado: “son los jueces y las entidades estatales”.
Cuando han pasado varios años desde el momento de la tortura puede ser que las marcas de la misma ya no sean tan claras. Y si hay alguna duda, las autoridades se deciden por no aceptar las radiografías como prueba y sacan la conclusión de que la persona no ha sido torturada. Entonces, deniegan el asilo.
Las radiografías no siempre ayudan
Con este tipo de situaciones tiene que confrontarse a menudo Uwe Giffel, asesor de la organización de ayuda a los refugiados Fluchtpunkt, en Hamburgo. “Cuando no está claro si las fracturas provienen de la aplicación de torturas, no existen pruebas y las víctimas están en desventaja. Por ello, tenemos mucho cuidado con el empleo de ese tipo de imágenes”, cuenta Giffel.
Una mujer proveniente de una república del Cáucaso, para presentar su petición de asilo, cuenta que su padre colabora con la resistencia armada contra las fuerzas de seguridad rusas. Policías rusos querían que ella les dijera dónde estaba escondido; cuando se negó a hablar, la torturaron. “No se sabe si la oficina encargada considerará creíble su historia pues, debido al trauma, esta mujer no es capaz de describir lo acontecido de manera clara, lógica y con detalles. Si le denegaran la petición de asilo, podríamos intentar probar la tortura mediante radiografías”, dice Giffel, quien en esos casos suele recurrir a Hermann Vogel.
En su libro Gewalt im Röntgenbild ("la violencia en la radiografía"), Vogel explica su método, condena la violencia y se esfuerza por que el tema llegue a la opinión pública. Su obra y sus imágenes radiográficas forman parte de una exposición internacional que aboga por la protección de las víctimas de torturas.
Para Vogel, su método ofrece la ventaja de la objetividad: “Las discusiones, a menudo, se sobrecargan de emociones. Y las autoridades no les creen que haya sido tan terrible. Con la radiografía, uno puede analizar el caso independientemente de la persona y su tragedia.”
Autora: Kathrin Jäger/ Mirra Banchón
Editora: Luna Bolívar Manaut