La obsesión de Turquía por Europa
16 de febrero de 2004El año comenzó agitado para los músicos de la orquesta estatal turca. Durante las últimas semanas tuvieron que estudiar una serie de himnos nacionales, la mayoría fuera del repertorio desde hace años y algunos jamás tocados. El primero en estrenar himno fue el presidente sirio, Baschar al Assad, cuya visita abrió una nueva era en las relaciones entre Ankara y Damasco. Después le siguió el presidente de Pakistán, Pervez Musharraf, posteriormente el presidente del consejo del gobierno iraquí, Ayad Alawi y la semana pasada estuvo en la capital turca el presidente egipcio, Hosni Mubarak. Como parte de la ofensiva diplomática turca, se encuentra también la próxima visita del presidente iraní, Mohammed Chatamí.
Esta semana toca el turno a la solemnidad de las estrofas alemanas. El lunes llegó a la capital turca la presidenta de la Unión Demócrata Cristiana, CDU, Angela Merkel. A la visita de la líder del mayor partido en la oposición, le sigue el viaje del canciller Gerhard Schröder. Ambos llegan en misión europea, pero con distintos mensajes. Mientras que Merkel se muestra escéptica a una rápida integración de Turquía en la UE, Schröder es considerado un propulsor del ingreso de Turquía al club europeo. Aunque los músicos sólo tocarán el himno al canciller, la líder conservadora ha sido recibida con esmeradas atenciones. No es de sorprender, Erdogan sabe que la líder democristiana es la única figura al frente de un partido europeo que se opone al ingreso de su país en la EU. "Para nuestro partido son muy importantes las buenas relaciones con Turquía, no queremos cerrar la puerta de Europa, pero queremos ofrecer a Ankara una ‚asociación privilegiada‘ en vez de una membresía plena", señaló Merkel durante su encuentro con Erdogan.
Haciendo méritos
Semejantes declaraciones son un insulto a los oídos turcos. Algo simplemente inaceptable. Desde hace años Ankara hace méritos para ingresar en el exclusivo club europeo. Durante la guerra contra Irak, el parlamento turco rechazó que tropas estadounidenses utilizaran su territorio para la llamada ofensiva norte, aunque después Ankara mostró cordura diplomática ofreciendo ayuda a Washington. Al final, Erdogan se vió recompensado. Más de media hora conversó el presidente turco con Bush durante su visita en Washington a finales de enero y después paseó con su anfitrión por los jardines de la Casa Blanca. En la Universidad de Harvard, Erdogan presentó a su país como ejemplo de democracia en un Medio Oriente ‚ampliado‘, que coincide con el plan geoestratégico del mismo Bush. También ofreció la mediación turca en el conflicto entre Siria e Israel por los Altos del Golán e hizo un llamado a los dirigentes del mundo islámico a no buscar siempre errores en Occidente sino también en su propia casa.
Un largo y sinuoso camino
Los esfuerzos del gobierno turco por asumir el papel de potencia en el Medio Oriente no tienen como objetivo el beneplácito de Washington ni tampoco el acceso a las reservas petroleras del Golfo Pérsico. Ankara hace méritos de cara a una importante fecha: el 12 de diciembre próximo, cuando se retomarán las conversaciones para la adhesión de Turquía en la Unión Europea, 41 años después desde que inició el proceso de integración en Europa.
"Otra cosa que no sea una afirmativa clara, sería para Erdogan un desastre y para el país un shock", afirma un diplomático alemán, quien afirma que un segundo Luxemburgo –donde tuvo lugar la cumbre de la EU en 1997 que rechazó el ingreso de Turquía- tendría dramáticas consecuencias. "Europa fue siempre una visión política de Turquía, ahora se ha convertido en una obsesión", afirma el experto.
Temor en Europa
Los argumentos de Merkel son bien conocidos en Turquía. El país es muy grande, todavía muy pobre y sigue estando muy lejos del Viejo Continente desde el punto de vista geográfico, histórico y cultural. De continuar la tendencia de crecimiento poblacional en el país musulmán, en el 2014 sería el país más grande y poblado de Europa, lo que despierta miedo y desconfianza en Europa. A eso se suma la debilidad estructural del país, la fuerte presión migratoria que enfrenta la UE, así como los problemas de integración que supone el ingreso de 10 nuevos miembros del Este europeo. También sigue habiendo reticencias en temas como derechos humanos y el tratamiento que da Turquía a minorías étnicas y religiosas.
Sin embargo desde que Turquía obtuvo el estatus de candidato a ingreso de la EU, en 1999 en Helsinki, y en el 2002 la perspectiva concreta de inicio de negociaciones de adhesión, el gobierno ha trabajado a una velocidad vertiginosa. Abolió la pena de muerte, lo que ha beneficiado al líder curdo Abdulá Öcalán. Ha sido levantado el estado de sitio, fue endurecida la lucha contra el terrorismo y se ha limitado el poder de los generales. La minoría kurda puede asistir a clases en su propia lengua y también le ha sido permitido operar una radiodifusora propia.
Por lo menos Turquía ha dejado de ser un estado represivo. Expertos afirman que puede ser que demore mucho para que el país sea aceptado como pleno miembro de la UE, sin embargo, de lo que se trata ahora es que el gobierno turco, la sociedad civil, los activistas pro-derechos humanos necesitan una fecha, un símbolo de esperanza que les permita mantener la dinámica de reformas que inició el país vigorosamente hace dos años.