La Habana: una propuesta de urbanismo muy cubano
17 de octubre de 2016Además de ser el único cubano con un título Loeb Fellow de Harvard, el renombrado arquitecto y urbanista Julio César Pérez Hernández es el creador del proyecto de rescate de la capital cubana más importante: el Plan Maestro para La Habana del Siglo 21.
Julio César Pérez Hernández: Es un plan urbano que posee una visión holística a largo plazo para el futuro desarrollo urbano de toda la ciudad, con el objetivo de preservar el patrimonio de la ciudad (entendido este como una totalidad, es decir, Natural y Cultural) y crear nuevos escenarios que generen nuevos valores económicos y urbanísticos. Un proyecto urbano independiente realizado gratuitamente sin ningún encargo de por medio. No refleja las ideas del actual gobierno ni sigue sus dictados. Surgió durante mi año como Loeb Fellow (2001-2002) en la Escuela de Arquitectura de la Universidad de Harvard y fue desarrollado en Cuba con un grupo de mis ex alumnos de la carrera de Arquitectura entre 2003 y 2006, cuando se registró en la Biblioteca del Congreso de Estados Unidos, a partir de serias reflexiones sobre las necesidades futuras de la ciudad, y de entender que La Habana está lista para un cambio sensible basado en principios sustentables: ecológicos, económicos y sociales.
¿Qué problemas esenciales debe enfrentar este plan para que La Habana renazca de sus cenizas?
En lo arquitectónico, al creciente deterioro físico del patrimonio edilicio; en lo urbanístico, a la obsolescencia de la infraestructura y riesgo de transformación o pérdida de la traza urbana y a un comportamiento social inadecuado; en lo ambiental, a la contaminación derivada del mal manejo de futuras inversiones y en lo social y cultural a un desequilibrio irreversible.
Identificamos problemas esenciales, entre ellos, la pérdida de la identidad y carácter urbano de ciudades y pueblos (por el deterioro y la amenaza de futuras inversiones que obvien los valores urbanísticos y arquitectónicos); la ignorancia del valor del suelo urbano como elemento generador de riqueza y gran potencial económico y del mercado del suelo urbano; la obsolescencia de la infraestructura (redes en estado crítico: electricidad, alcantarillado, suministro de agua, telefonía, sistema de recolección de basura) sobre todo el transporte público; el déficit de viviendas; el desaprovechamiento del espacio público urbano (específicamente el adyacente al litoral, bahías y sus áreas aledañas); la contaminación ambiental de bahías y ríos; la restauración y mantenimiento de edificios públicos y privados; la pérdida de la imagen histórica, tradicional y de la estructura de barrios en ciudades y pueblos, entre otros.
Se trata de una ciudad con un tamaño físico para 1.400.000 habitantes, en la que viven cerca de 3 millones ¿Existe una salida?
Sí, con la actualización de la infraestructura y su adecuación a una demografía de un máximo de 3 millones de habitantes y leyes que garanticen el respeto a las Ordenanzas Urbanas establecidas y actualizadas, tal como propone nuestro proyecto. Lo que preocupa del factor demográfico es su composición. Es necesario eliminar los hábitos y costumbres que muchos habitantes trajeron consigo de las zonas rurales; transgreden las normas urbanas y resultan en problemas sociales. Antes de 1970, fecha aproximada de la primera explosión demográfica de La Habana, sus habitantes respetaban las regulaciones urbanísticas, dominadas no sólo por los profesionales de la arquitectura, sino de los obreros de la construcción. Se entronizaron violaciones graduales que subsisten en la actualidad, resultando en caos visual y urbano. Este es un proceso reversible, se trata de aplicar las leyes y regulaciones.
¿Cómo sería La Habana futura, según el Plan Maestro para La Habana del Siglo 21?
La Habana tiene su propio encanto: su escala y la relación de sus barrios, sus espacios públicos, su diversidad arquitectónica, la vivacidad y generosidad de su gente, su ritmo, su música. Es una ciudad marina, con su propio olor salitroso. Este es el gran desafío: permitir que sea ella misma, con su identidad propia, sin perder su esencia. La Habana es una gran escuela, capaz de dar ella misma la lección si se es capaz de aprender de su historia, de su urbanismo y de su arquitectura, de la idiosincrasia de sus moradores, de su geografía, de su cultura.
Un reto importante es no ceder a las modas. Reorientar la ciudad al mar, preservar su escala, su diversidad. Garantizar que prevalezca el desplazamiento peatonal y no predomine una cultura del automóvil privado. Generar riqueza, valores, cultura. Junto con esto y la creación de parques, plazas, paseos, jardines y edificios de uso público, se debe atender el problema de la vivienda y suplir sus carencias. Se necesita una visión de futuro, holística, que ha faltado hasta ahora; urbanistas y arquitectos con una sólida formación cuyas ideas se respeten e implementen y que la voluntad política respalde estas ideas en aras del triunfo definitivo de la ciudad, marco esencial para el desarrollo de la actividad humana.