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Promesas dudosas

1 de marzo de 2012

La moratoria atómica anunciada por Corea del Norte es, a primera vista, un éxito diplomático para el Gobierno de EE. UU. Sin embargo, es saludable mantener el escepticismo, opina Daniel Scheschkewitz.

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Corea del Norte está desarrollando armas nucleares desde hace, por lo menos, veinte años. Desde entonces, el régimen de Pyonyang ha hecho una y otra vez promesas a la comunidad internacional para romperlas poco después, utilizando sus capacidades nucleares secretas como instrumento para imponer su política extorsiva.

La promesa incumplida de Pyongyang

Recordemos que, en octubre de 1994, Pyongyang había firmado un primer acuerdo con EE. UU. en el que Corea del Norte se comprometía a detener su programa nuclear. Menos de diez años después, ese país abandonó el acuerdo en señal de protesta. En 2005, el régimen de Pyongyang se comprometió nuevamente, esta vez en una negociación a seis bandas, a paralizar su programa de desarrollo atómico. También en esa oportunidad la comunidad internacional había ofrecido a ese país incentivos económicos. Sólo un año más tarde, en el 2006, Pyongyang conmocionó al mundo con un primer ensayo nuclear al que siguió uno más en el año 2009. Al mismo tiempo, el régimen reveló su programa de enriquecimiento de uranio, que llevaba adelante hacía largo tiempo.

Daniel Scheschkewitz, de DW.
Daniel Scheschkewitz, de DW.Imagen: DW

Poco antes, Corea del Norte había expulsado de su territorio a los inspectores de la Agencia Internacional de Energía Atómica (IAEA), con lo cual se suponía que ese país ya no pertenecía al exclusivo club de las potencias nucleares. Pero lo que empeoró mucho más la situación fue que, evidentemente, el régimen norcoreano puso todos sus conocimientos y, posiblemente, hasta el uranio enriquecido, a disposición de Irán. Desde entonces, el círculo vicioso de la proliferación nuclear mantiene en vilo a la política internacional de seguridad. Eso es lo que vuelve tan peligrosa a la potencia atómica Corea del Norte, y no la cantidad de sus armas nucleares.

Alimentos a cambio de armamento

Con el anuncio de la paralización de sus test nucleares y su programa de enriquecimiento de uranio, así como de las pruebas con misiles de largo alcance que también podrían alcanzar a EE. UU., el peligro no ha sido desterrado en absoluto. Por el contrario. El régimen de Corea del Norte ha comprendido cuán extorsionable es la comunidad internacional en lo que atañe a la cuestión nuclear. Las concesiones a la que parece estar dispuesta se deben a un único motivo: Corea del Norte está hace años al borde de una catástrofe humanitaria y necesita urgentemente de ayuda internacional para obtener alimentos. La producción industrial del país se redujo en más de dos tercios desde el año 1990. Según estimaciones de las Naciones Unidas, un millón de personas está en peligro de sufrir las consecuencias de una hambruna. Para el régimen, el problema se ha convertido en una cuestión de supervivencia.

Luego de la muerte de Kim Jong Il, Corea del Norte es gobernada desde comienzos de 2011 por su hijo, Kim Jong Un. Si al traspaso de poder en la dinastía familiar le seguirá también un cambio en el rumbo de la política atómica del país, sigue siendo objeto de especulaciones. Durante las exequias de Kim Jong Il ni siquiera se mencionó el programa nuclear, mientras la escasez de alimentos sí fue tematizada. Es evidente que ese es el único punto de partida eficaz para poder llegar a algún acuerdo confiable en la cuestión nuclear. A eso se suma que EE. UU. accedió a un deseo largamente acariciado por Corea del Norte al mantener conversaciones bilaterales.

Comprobar la viabilidad de las promesas

Ahora, la comunidad internacional debe someter a estrictas pruebas la seriedad de la oferta norcoreana. Los inspectores de la IAEA deben regresar lo antes posible a Corea del Norte y someter a estudio sobre todo al reactor Yongbyon. En principio, se debe hacer valer el derecho a acceso a sus instalaciones, en las cuales Corea del Norte lleva a cabo el enriquecimiento de uranio. Y se deben poder realizar controles, también sin el deber de anunciarlos previamente. Esas serían condiciones importantes para que se pueda negociar también acerca de la reincorporación de Corea del Norte al Tratado de no Proliferación Nuclear (TPN), continuando las conversaciones entre EE. UU., las dos Coreas, Japón, China y Rusia, interrumpidas en 2009. Hasta que eso no suceda, no se podrá hablar de un verdadero progreso. La disputa por el programa nuclear de Corea del Norte alberga los peligros de una caja de Pandora cuyas desgracias, una vez sobre la Tierra, son casi imposibles de volver a dominar.

Autor: Daniel Scheschkewitz (CP)
Editor: Enrique López