Kosovo hierve otra vez
19 de marzo de 2004De la noche a la mañana vuelve a hervir el caldero de Kosovo. Y vuelven a despertarse los recuerdos de 1999, cuando la OTAN decidió intervenir para poner fin a la violencia. Se instaló luego allí una fuerza internacional de paz, bajo el mandato de la ONU. Pero aún no se ha resuelto el asunto de fondo: el del futuro de Kosovo, que los albaneses quisieran llevar a la independencia y los serbios aspiran a mantener en la federación de Serbia y Montenegro.
Violencia instigada
La presencia militar internacional, la policía de la ONU y las fuerzas locales de seguridad habían logrado mantener una cierta tranquilidad. Incluso se emprendieron recientemente las primeras conversaciones sobre cuestiones medulares, como lo ocurrido con personas desaparecidas y el problema del abastecimiento de energía.
Pero ahora irrumpe nuevamente la violencia, no sólo en la ciudad en que estallaron los disturbios -Mitrovica- sino en varias localidades. Extremistas serbios aprovecharon la ocasión para incendiar mezquitas en Belgrado y Nis, en una escalada que se ciñe al modelo conocido: rumores no confirmados sobre la muerte violenta de niños albaneses desencadenaron protestas y enfrentamientos entre albaneses y serbios; los soldados de KFOR y efectivos policiales de la ONU fueron blanco de ataques.
No es la primera vez que se producen semejantes disturbios en los pasados cinco años. No obstante, en esta ocasión la violencia se manifestó con un ímpetu y unas dimensiones que deberían poner en alerta a la comunidad internacional. Alarmante resulta el hecho de que los disturbios escalaran prácticamente en forma simultánea en múltiples lugares de Kosovo y se desbordaran también a Serbia y Montenegro. Se plantea, en consecuencia, una terrible sospecha: que este brote de violencia fue instigado por grupos extremistas de ambos bandos, que sólo esperaban un pretexto para volver a azuzar el conflicto pocos días antes del aniversario de la guerra de Kosovo.
Posiciones intransigentes
En los últimos tiempos, el tema ya no provocaba titulares en la prensa mundial. Sin embargo, eso no quiere decir que se haya establecido en la región una estructura democrática ni una cultura de diálogo. La comunidad internacional esperaba que la situación siguiera tranquilizándose, de manera que se facilitara la búsqueda de solución a la disputa política pendiente. Pero, por lo visto, ha ocurrido lo contrario: la postergación del tema del futuro status de Kosovo ha provocado frustración en todos los bandos.
A ello se suma el hecho de que el entorno político se ha modificado. En Serbia hay un nuevo gobierno nacional-conservador, tolerado por los socialistas de Milosevic. Y este gobierno, claramente, no está dispuesto a transigir en lo tocante al status de la provincia. Por su parte, en los últimos años los albano-kosovares han ido adquiriendo más confianza en sí mismos y han recibido atribuciones de parte de la ONU. Para ellos es evidente que Kosovo debe alcanzar la independencia y no se puede negociar al respecto con los serbios.
Los últimos disturbios demuestran que basta una chispa para que vuelvan a arder las barricadas y los templos. Así ocurrió en 1999 y así ocurre nuevamente ahora. Kosovo está aún muy distante de la paz.