Durante mucho tiempo se ignoró casi por completo el impacto de la producción de joyas en el medio ambiente. Las perlas de agua dulce, empleadas para decorar incluso coronas reales, eran antaño extraídas de enormes bancos de ostras perlíferas que proliferaban en los ríos y afluentes alemanes. Hoy, esta especie está en peligro de extinción. El ambientalista Wolfgang Degelmann lucha por evitarlo. "Estos moluscos aparecieron hace 230 millones de años, cuando las condiciones para su supervivencia eran las adecuadas”, explica. "Luego llega el ser humano y en 100 años termina con todos esos millones de años de historia”. Degelmann cultiva estas ostras para reintroducirlas en su entorno natural. Para evitar que la misma historia se repita con la ostra de labios negros, pinctada margaritifera, Justin Hunter tiene un negocio de perlas de cultivo sostenible. Su granja de perlas ubicada en Savusavu, en Fiyi, respeta una severa normativa medioambiental para mantener intacto el fondo marino, condición necesaria para el desarrollo de las ostras. Los moluscos, a su vez, contribuyen con el ecosistema marino filtrando cada uno varios cientos de litros de agua a diario. Entretanto, Hunter ha logrado convencer a todo Savusavu de la necesidad de proteger el medio ambiente, ya que la mayoría de sus habitantes viven del mar y del turismo que visita este paradisíaco lugar. En los Alpes austríacos los mellizos Hannes y Gerhard Hofer hacen varios días de travesía por las montañas y se atreven a entrar en grietas y cuevas inexploradas en busca de cristales y piedras preciosas, de las que extraen pequeñas cantidades de manera respetuosa con el medio ambiente. La normativa para la explotación de estos recursos es muy restrictiva. La diseñadora de joyas Helge Maren Hauptmann emplea para sus colecciones diamantes fabricados en laboratorio. "Apenas presentan diferencias notables”, afirma. "Son diamantes auténticos, simplemente fueron sintetizados en lugar de formarse de manera natural”. Los llamados diamantes sintéticos también presentan una huella de carbono, aunque menor que la de los naturales. Las numerosas noticias sobre trabajo infantil en las minas africanas han hecho aumentar enormemente la demanda de diamantes "limpios” que, además, resultan más baratos.