Grandes expectativas tras jornada electoral en Honduras
24 de noviembre de 2013En América Latina, la expresión “borrón y cuenta nueva” no siempre conjura asociaciones positivas. De hecho, el temor de muchos latinoamericanos a un futuro prometedor pero incierto y su desencanto frente a promesas de cambio incumplidas resuenan detrás del trillado refrán “es mejor malo conocido que bueno por conocer”. Sin embargo, la población hondureña confía en que las elecciones de este domingo (24.11.2013) marcarán un hito en su historia.
Y tiene buenas razones para creerlo. Para empezar, porque fue la activa participación política de los ciudadanos de Honduras –catalizada por el golpe de Estado contra Manuel Zelaya (28.6.2009)– la que hizo posible unos comicios más pluralistas. En la contienda electoral por la jefatura del Gobierno y los escaños del Parlamento no participaron solamente los dos partidos de siempre, el Nacional y el Liberal, sino ocho candidatos y nueves formaciones políticas.
En otras palabras, quienes condenaron el derrocamiento de Zelaya y ofrecieron resistencia al Gobierno de facto de Roberto Micheletti no esperaron a que les pidieran su opinión, sino que salieron a las calles y se organizaron políticamente para hacer público su malestar. Ese fenómeno espontáneo y las sanciones internacionales de las que fueron objeto el Gobierno de Micheletti y el de su sucesor, Porfirio Lobo, alteraron radicalmente la situación política del país.
Nueva constelación política en Honduras
De cara a las elecciones presidenciales y parlamentarias de este 24 de noviembre, Honduras se vio obligada a invitar a observadores extranjeros para que avalaran la transparencia del proceso. Y tanto los 741 testigos internacionales como los 15.000 observadores nacionales confían en que a nadie –ni siquiera al centenario status quo hondureño– le conviene que se registren irregularidades en las urnas.
Mientras menos acusaciones de fraude y distracciones de esa naturaleza afloren, más rápido podrá la clase política local enfrentar la miríada de problemas que afligen a la población. Según la prensa hondureña, el índice de homicidios en el país asciende a 85,5 por cada por cada 100.000 habitantes. El promedio mundial, de acuerdo con la ONU, es de 7 por cada 100.000 habitantes. El problema de la violencia criminal se ve complementado por el de la pobreza y la desigualdad.
Insatisfacción y participación
62 por ciento de la población vive en estado de pobreza, según el Banco Mundial. Y el propio Estado se ve azotado por un endeudamiento creciente. Los ingresos por concepto de impuestos son bajos y el gasto estatal para pagar el sueldo de los empleados públicos es muy alto. De ahí que el endeudamiento de Honduras comprometa ahora al 6 por ciento de su Producto Interno Bruto, de por sí afectado por las fluctuaciones de los precios del mercado: los ingresos por la exportación de café y bananos han caído notablemente.
La encuesta “Barómetro de las Américas 2013”, realizada por la Universidad Vanderbilt de Nashville, Estados Unidos, apunta a que los hondureños tienen niveles de satisfacción más bajos que los de la población haitiana, con todo y que Haití no ha terminado de recuperarse de los estragos causados por el terremoto de 2010. Pero esa insatisfacción está adquiriendo rasgos nuevos en Honduras; rasgos que no son del todo desalentadores: el hondureño de hoy parece haber descubierto que la participación política activa permite amplificar sus clamores.