Flick: todo mundo tiene un precio
30 de septiembre de 2005Quien fuera heredero y dirigiera durante décadas el mayor imperio industrial del país, se resguardó durante los últimos años de su vida de la opinión pública. Flick murió en el 2006 recluído en la tranquilidad de su villa a las orillas del Lago de Wörther, en Austria, adonde se retiró desde 1994 para disfrutar de su única gran pasión: la cacería.
La prensa alemana afirma que el verdadero motivo por el cual emigró de su natal Alemania es por razones fiscales. Al contrario de su patria, Austria le ofreció ‘condiciones marco bajo las cuales uno puede conservar su patrimonio’ declaró alguna vez el magnate. Friedrich Karl Flick, -FKF, como la opinión pública abreviaba su nombre- tenía mucho que conservar.
Cercanía al nazismo
Su padre Friedrich Flick fue quien estableció las bases del poderoso patrimonio familiar. Pese ha ser hijo de granjeros, comprendió hábilmente como utilizar los tiempos de inflación a su favor para lograr que en la década de los 20, la industria minera pudiera florecer. Con el ascenso del nacionalsocialismo, en 1933, logró consolidarse como segundo productor siderúrgico del Tercer Reich. Pese a no simpatizar particularmente con la ideología nazi, buscó y encontró la cercanía de figuras poderosas. Fue líder militar industrial con el mando sobre unos 48.000 trabajadores forzosos. Al concluir la Segunda Guerra Mundial, el Tribunal de Nuremberg que condenó los crímenes del nazismo lo sentenció a siete años de prisión.
Nacido en 1927, Friedrich Karl Flick fue el último hijo del fundador del consorcio y fue quien continuó la labor de su padre utilizando las condiciones políticas a su favor. A los 30 años de edad ingresó al negocio familiar, pertrechado con el mayor grado académico en la administración de empresas. El hecho de que su hermano mayor, Otto Ernst, se enfrentara a su padre, le facilitó el ascenso hacia la cumbre del poder en el imperio familiar. En 1972, cuando murió su padre a la edad de 89 años, nadie en el clan tenía duda alguna de quien sería el nuevo líder del grupo. Flick hizo a un lado sin problemas a los parientes que le hacían sombra. En 1975 se deshizo definitivamente de sus sobrinos Gert Rudolf Muck y Friedrich Christian Muck, ofreciéndoles compensaciones millonarias.
Evasor de impuestos
En el mismo año el empresario sorprendió al vender su participación de dos terceras partes en las acciones del consorcio automotriz Daimler Benz al Deutsche Bank por el equivalente a 970 millones de euros. Flick quería evitar el pago de impuestos millonarios por la operación, así que sus altos ejecutivos encabezados por Eberhard von Brauchitsch, buscaron la mano amiga de políticos. Alrededor de 25 millones de marcos fluyeron a las arcas de tres partidos: el SPD, la CDU/CSU y el FDP, para obtener una exención fiscal sobre la venta del paquete de acciones.
Sin embargo, los corruptos manejos acabaron siendo descubiertos. A principios de la década de los 80 las donaciones realizadas por Flick se convirtieron en el mayor escándalo de corrupción de la entonces Alemania occidental. En el transcurso de 11 años, (de 1969 a 1980), la Unión Cristianodemócrata CDU, y su hermana bávara, CSU, recibieron el equivalente a 7,6 millones de euros. Al partido liberal, FDP, fueron destinados unos 3,3 millones de euros, mientras que los camaradas socialdemócratas, SPD, recibieron 2,19 millones de euros. La cloaca destapada por el escándalo Flick no se quedó ahí. Las investigaciones comprobaron que muchas otras empresas habían destinado durante décadas donaciones ilegales a los partidos políticos más importantes de Alemania.
Ruedan cabezas
Flick mismo tuvo que comparecer ante una comisión parlamentaria que investigaba el caso. Un trago difícil para el tímido magnate, quien, como se esperaba, dijo no saber nada sobre las transferencias de dinero. Tuvo que sacrificar a su lugarteniente, von Brauchitsch y una serie de prominentes políticos y banqueros se vieron obligados a dimitir, entre ellos, el entonces ministro de Economía, Otto Graf Lambsdorff (FDP).
Flick decidió retirarse del negocio. En 1985 vendió su imperio integrado por empresas siderúrgicas, químicas, de armamento y automotriz. Todo se lo vendió al Deutsche Bank que desmembró el consorcio en varias empresas y las sacó a bolsa. Los ingresos por la venta fueron invertidos, según información del propio empresario, en bienes inmobiliarios, en acciones y fondos en Estados Unidos, Europa y Asia. En 1994 trasladó la sede administrativa de sus negocios de Düsseldorf a Viena. Flick vivió el otoño de su vida con su tercera esposa, Ingrid Ragger, 33 años más joven que él, ex-secretaria e hija de un carpintero austríaco.
Negativa a indemnizaciones
Durante la discusión sobre las donaciones a trabajadores forzosos, Flick hizo oídos sordos. Pese a que su familia estuvo estrechamente vinculada al nazismo, desde el punto de vista legal, nadie pudo obligarlo a pagar un céntimo en compensaciones a las víctimas.
En su momento, cuando la industria alemana aceptó hacer aportaciones a un fondo común, Flick argumentó que la indemnización de trabajadores forzosos, a partes iguales por el gobierno y empresas alemanas, no obligaba a particulares. También señaló que aquellas empresas que durante el nazismo se encontraban en manos de la familia Flick, o tuviera alguna participación, como Daimler Benz y Dynamit Nobel, habían pagado ya su parte a dicho fondo.
Su nieto en cambio se comporta de manera ejemplar. Friedrich Christian Flick, coleccionista de arte, donó recientemente una colección integrada por 2.000 obras al Museo berlinés Hamburger Bahnhof. También creó una fundación para promover el valor civil en la lucha contra el extremismo de derecha, el racismo y la intolerancia. Cinco millones de euros donó el nieto como capital inicial, algo que el abuelo Friedrich Karl Flick, nunca comentó públicamente.