¿Fin de la intifada?
5 de junio de 2003La primera cumbre tripartita entre Estados Unidos, Israel y los palestinos, no podía terminar sin arrojar frutos. De no haber sido relativamente seguro el resultado, ni siquiera habría tenido lugar. George Bush viajó a la localidad portuaria jordana de Aqaba seguro de obtener lo que esperaba: el compromiso del jefe de gobierno israelí, Ariel Sharon, y del primer ministro palestino, Mahmud Abbas, de poner en marcha nuevamente el proceso de paz en el Medio Oriente, de acuerdo con el itinerario elaborado por Estados Unidos, la ONU, la Unión Europea y Rusia.
Sí a un Estado palestino
La presión de Washington por fin está surtiendo efecto en Israel. Junto con afirmar que "respalda la visión de un Estado israelí y un Estado palestino que convivan en paz y seguridad", Sharon señaló que no corresponde a los intereses de su país "gobernar a los palestinos", sino que ellos rijan su propio estado. La declaración suena contundente, sobre todo viniendo de un representante del sector "duro", cuyas intenciones de fondo han sido puestas en duda más de una vez.
Dispuesto a convencer a los escépticos, el primer ministro anunció también medidas concretas, como el inicio inmediato de la evacuación de los enclaves israelíes no autorizados. Si bien no mencionó cifras concretas, se estima que éstos podría llegar a un centenar. Sharon aseguró también a los palestinos que comprende la importancia de la continuidad territorial en la Cisjordania para la capacidad de subsistencia de un Estado. Pero quien deduzca que ello implicaría necesariamente el desmantelamiento de todos los asentamientos israelíes en esa zona, se equivoca. Así lo aclaró el ministro de Relaciones Exteriores de Israel, Silvan Shalom, indicando que dicha "continuidad" podría lograrse, por ejemplo, asegurando el libre tránsito de los palestinos.
Compromiso de no violencia
También Mahmud Abbas, hizo su parte: condenó categóricamente el terrorismo contra Israel, puntualizando que "no existe una solución militar a nuestro conflicto". No podía esperarse otra cosa de esta figura, que merece la confianza de Washington y a la que se ha logrado poner en el sitial de interlocutor en este proceso de paz, desplazando de la tribuna internacional al presidente palestino, Yaser Arafat. Abbas prometió poner coto a la violencia y llamó a terminar esta segunda intifada. "Nuestro futuro como nación está en juego, y no permitiremos a nadie ponerlo en peligro", aseveró el primer ministro palestino.
Sin embargo, hasta ahora no ha logrado convencer a los grupos radicales de que la única opción es la pacífica. De hecho, al cabo de la cumbre de Aqaba, tanto la organización Hamas como la Yihad Islámica se apresuraron a echar por tierra las esperanzas de que cesen sus actividades. Ambas se niegan a deponer las armas y está por verse qué recursos posee Mahmud Abbas para inducirlos a abandonar la lucha. Cabe suponer que en estos círculos, decididos a utilizar cualquier medio para combatir a Israel, no es precisamente grande la autoridad de un primer ministro al que consideran marioneta de Estados Unidos. Por otra parte, también habrá que esperar resistencia de parte de los colonos israelíes y los halcones de ese país. En consecuencia, la "ruta" hacia la paz seguirá colmada de peligros hasta que todos comprendan que la necesitan por igual.