El supermercado de la muerte
9 de febrero de 2004El comercio ilegal de material radioactivo tiene todos los elementos de una pesadilla que se hace realidad. Desde que el científico pakistaní, Abdul Qadir Khan, conocido como "el padre de la bomba atómica árabe", confesara ante los incrédulos televidentes que él había vendido información a los llamados "países villanos", son cada vez más los estadistas y expertos que informan sobre sus actividades ilegales a la Agencia Internacional de Energía Atómica (AIEA) en Viena. Las nuevas informaciones no sólo sacan a la luz las deficiencias de los servicios de inteligencia sino que demuestran que no sólo los "malos" como Libia, Corea del Norte e Irán, comercian con materiales letales. La red es tejida también por los "decentes" de Europa y Asia. Todo demuestra además, que tanto los acuerdos como los controles actuales son insuficientes.
Las pesquisas periodísticas han ido tan lejos que el ministro pakistaní de Relaciones Exteriores, Khursheed Mehmood Kasuri, reconoció este lunes al diario alemán Süddeutsche Zeitung de Münich, que "tres ciudadanos alemanes están involucrados en el comercio ilegal de material atómico y que las autoridades pakistaníes conocen, a cabalidad, sus identidades".El mercado ilegal de materiales componentes de la bomba atómica experimentan un verdadero auge. Políticos iraníes sorprendidos con "las manos en la masa" por los inspectores de la ONU en Irak, revelaron que el material provenía de Pakistán.
Mea culpa, mea culpa...
El gobierno libio - aparentemente arrepentido de sus andanzas en el negocio del terrorismo internacional - entregó sus planes para construir una bomba atómica y acusó a Pakistán de ser uno de sus principales "proveedores". Su laboratorio favorito en la ciudad pakistaní de Kahuata, lleva aún el nombre de Khan y su equipo de "científicos de la muerte". Conocedores del medio dudan empero, que todas estas actividades pudieran desarrollarse sin conocimiento de las autoridades. Musharraf es, a pesar de las monstruosas dudas que penden sobre su cabeza, uno de los aliados clave de Bush en su "cruzada contra el mal".
¿Quiénes son los otros comerciantes?
Mohammed al-Baradei, director de la AIEA , una dependencia de Naciones Unidas, reconoció ante la prensa alemana que "ésto es apenas la punta del iceberg". El máximo controlador quiere además saber, quién más, aparte de los conocidos villanos, ha ido y sigue yendo de compras a los laboratorios del terror. Al-Baradei se ha propuesto "cerrar los supermercados de las armas de exterminio masivo". Arabia Saudita es considerada una de las más asiduas compradoras de productos letales. Los rastreos policiales se extienden a todo el mundo. En Malasia, uno de los países islámicos más grandes del mundo, fue descubierta una fábrica de partes de máquinas centrifugadora construidas de acuerdo a los planes del "Padre de la bomba árabe". La Scomi Precision Engineering, como se llamaba la firma, pertenecía a un consorcio cuyo principal accionista es Kamaluddin Abdullah, hijo del presidente de la república malaya.
La paja en ojo propio
Y, para no ir más lejos, en Francia fue confiscado, recientemente, un disco duro de propiedad de un británico que actuaba como "agente viajero" con una lista de clientes que frecuentan a Dubai como bazar de los horrores. Alemania misma está en la mira de los investigadores. Las implicaciones vienen desde 1988, cuando dos empleados de la firma Leybold-Heraeus fueron sindicados de estar involucrados en el mercado de partes para "objetos de uso militar con fines destructivos basados en la división de átomos". Expertos de Naciones Unidas e Interpol rastrean, febrilmente, los hilos de la oscura red. Los investigadores creen que "ciertos científicos alemanes habrían asistido a Libia e Irán en sus programas armamentistas".
Desde 1996, Estados Unidos informa haber perdido la pista de unos 1.500 materiales radioactivos de los cuales sólo ha recuperado cerca de la mitad. Un estudio de la Unión Europea calcula que, cada año, cerca de 70 materiales radioactivos escapan un control regulador.