Dilma: ¿simple tecnócrata o heroína nacional?
21 de junio de 2014
La decisión ya la había tomado en mayo el partido, pero ahora ya es oficial: desde este sábado (21.06.2014) Dilma Rousseff es la candidata del Partido de los Trabajadores (PT) a la presidencia de Brasil. A partir de ahora le esperan seis meses en la palestra.
Con 67 años, no es solo la primera presidenta que ha tenido Brasil, también es el primer jefe de Estado abucheado en la apertura de una Copa del Mundo. Durante el partido inaugural ante Croacia el pasado jueves 12 de junio, el estadio de Sao Paulo entró en erupción. La ira popular acumulada estalló en forma de insultos y abucheos contra la gobernante por parte de un sector del público.
Luchadora nata
Desde entonces, el comportamiento de los hinchas enfrenta a los brasileños. ¿Son las salidas de tono verbales un signo de misoginia? ¿Supone la falta de respeto a los responsables públicos una vergüenza nacional? ¿O esas vulgares bravuconadas son, simplemente, parte del ambiente de los estadios de fútbol? Dilma Rousseff se mostró combativa tras el incidente ante la prensa local: "No me voy a dejar intimidar", declaró. "He sufrido peores ataques en mi vida, incluyendo insoportables agresiones físicas, y nunca he dejado que me desvíen de mi camino".
Las "insoportables agresiones" las sufrió Rousseff en 1970, en las cámaras de tortura de la dictadura militar brasileña (1964-1985), en el llamado "Centro de Información e Investigación" (OBAN), en Sao Paulo. Hija de un inmigrante búlgaro, Rousseff entonces estudiaba Economía en la Universidad de Belo Horizonte y se unió a finales de los años sesenta al grupo guerrillero "Vanguardia Armada Revolucionaria Palmares".
De la cárcel al Palacio de Gobierno
Nadie podía imaginar entonces que 40 años más tarde Dilma Rousseff se pasearía por el Palacio de gobierno. Pero la victoria en 2002 del sindicalista Luiz Inácio Lula da Silva, fundador del PT, le allanó el camino. ‘Lula' elevó a la economista primero a ministra de Energía y luego, en 2005, a jefa de Gabinete. Así que, al agotar Lula sus dos mandatos, emergió ella como candidata del Partido de los Trabajadores, que reeditaría su victoria en 2010.
Aún cuando se la considera tecnócrata y dogmática, su espíritu luchador impresionó a los brasileños. Como cuando tras serle diagnosticado un linfoma, solo se retiró por un breve espacio de tiempo y apenas unas semanas después de ser operada ya estaba viajando a través del país y rehusó ponerse peluca para aparecer en televisión, dejando que los medios del país mostraran en profundidad las huellas de la quimioterapia.
Como la primera mujer en presidir Brasil, Dilma Rousseff acabó con algunos de los clichés sobre el país y su gente. En el mundo se hablaba de los programas sociales de Brasil o de su participación en las misiones de paz de la ONU, en lugar de de la samba o del Carnaval. Rousseff siguió la senda de su predecesor, Luiz Inácio Lula da Silva, haciendo de Brasil un actor global en el escenario internacional.
El peso de la herencia
Pero la bendición inicial de la figura de ‘Lula' resultó ser una maldición. "El legado del estilo de gobierno grandilocuente de Lula es tan pesado como el plomo", fue el veredicto del ex presidente Fernando Henrique Cardoso (1995-2002), en una columna publicada por el periódico brasileño O Globo. "Los escándalos de corrupción y el populismo del PT han sumido al país en una crisis moral", escribía Cardoso.
Especialmente, los brasileños con ingresos más altos están decepcionados por Rousseff. Según la última encuesta realizada por el instituto de sondeos Datafolha, el 48 por ciento de los ciudadanos perciben el gobierno de la presidenta como deficiente o insuficiente. "Es como si hubiera hoy dos presidentas en Brasil, una amada y otra odiada", resume el politólogo brasileño Paulo Celso Pereira para describir la situación en su país. El gobierno había polarizado a la sociedad porque, con su discurso de "nosotros" frente a "los otros", ha contribuido a reforzar las rivalidades políticas.
A escasos meses de las elecciones presidenciales del 5 de octubre, Dilma Rousseff parece atrapada en un remolino de escándalos de corrupción, protestas contra la Copa del Mundo y malas perspectivas económicas.