CO2 bajo tierra
8 de julio de 2011
La captura y almacenamiento de dióxido de carbono (CCS por sus siglas en inglés) es una tecnología que permite que los gases emitidos por la industria se transporten hacia el subsuelo a través de tuberías. Los gobiernos esperan que cumpla un papel importante en la protección del clima, y las empresas aspiran a no tener que comprar certificados de emisiones de CO2.
Según un estudio de la Agencia Internacional de Energía, la captura de CO2 representaría un 20% de la reducción de emisiones planeada hasta el 2050, por lo cual esta tecnología tendría un papel clave en los objetivos climáticos de Alemania y de la Unión Europea. Pero aún se encuentra en fase de prueba.
Noruega es el país europeo líder en investigación en la captura y almacenamiento de CO2 y planea ampliar sus plantas de CCS, ya en pleno funcionamiento, hasta 2014. El Gobierno alemán, por su parte, exhortó a que se apoye el desarrolo de la tecnología de CCS y a implementar un cronograma concreto para construir las instalaciones e infraestructura necesarias. También países como Gran Bretaña, Holanda y Suecia apoyan la iniciativa.
Investigación a pasos acelerados
El desarrollo de la tecnología CCS se encuentra sometido a una gran presión, ya que los expertos consideran que la captura y almacenamiento de CO2 podría ser una solución provisoria en el camino hacia el abastecimiento energético libre de dióxido de carbono. Y el lapso de tiempo del que se dispone para llevar a la práctica una CCS eficiente es cada vez menor.
Según estimaciones, las primeras centrales de CCS deben probar su correcto funcionamiento hasta el 2020 para que el nuevo método pueda convertirse en un instrumento realmente eficaz para proteger el clima. Pero quienes se oponen a esta tecnología temen que las inversiones en CCS puedan, entre otras cosas, demorar el inicio del uso de energías renovables.
Riesgos para la salud
Para llevar a cabo el proceso de separación de gases, se deberá proveer a las centrales carboeléctricas de instalaciones complejas. Es allí donde se estudian los diferentes métodos de separación, que conllevan riesgos para la salud. En Noruega se frenó el desarrollo de CCS porque durante el proceso elegido por la empresa petrolera Statoil se liberan nitrosaminas, que son sustancias cancerígenas.
Algunas empresas, entre ellas, Alstrom y Siemens, están poniendo a prueba otro tipo de proceso de separación de gases. Uno de ellos es la tecnología de post-combustión refrigerada mediante amoníaco (Chilled-Ammonium-Techonology), durante la cual el CO2 se transforma en carbonato de amonio por medio de amoníaco y agua. El carbonato de amonio se usa como polvo de hornear y también en la agricultura como abono libre de nitrógeno.
En un procedimiento posterior, el carbonato de amonio se descompone por medio del calor, y es entonces cuando el CO2, que se libera de manera controlada, se condensa y se transporta. Los críticos de la CCS alegan que durante la liberación de CO2 es necesario emplear grandes cantidades de energía.
Los depósitos, en la mira
Las críticas a la CCS provienen, sobre todo, de los habitantes de las regiones en las que se planea depositar CO2 en forma de gas líquido comprimido. En Alemania se está considerando almacenarlo sólo en depósitos de gas agotados y en capas rocosas de piedra caliza a gran profundidad. El CO2 se embutiría allí, desplazando el agua salada de la roca.
Estos posibles depósitos de CO2 se encuentran sobre todo en el norte de Alemania y en el lecho del Mar del Norte. Pero los Gobiernos de esos Estados del norte alemán se niegan a que se deposite allí CO2 debido a la resistencia ciudadana.
En Brandenburgo se está investigando la CCS en la generación de electricidad a partir del carbón, en dos posibles depósitos. La compañía de energía y servicios Vatenfall piensa acumular en ese Estado millones de toneladas de CO2 bajo una gran superficie de terreno.
Pero, también aquí, los ciudadanos y las organizaciones ecologistas se oponen, porque temen que puedan producirse grietas o escapes que permitan que el peligroso gas salga a la superficie. En 1986 se produjo una catástrofe natural en el Lago Nyos, en Camerún, causada por una pérdida de enormes cantidades de CO2 que le costó la vida a unas 1.700 personas. Y, además, para transportar CO2 desde las centrales energéticas hasta los depósitos se necesitan grandes extensiones de tuberías. Y los ciudadanos también temen que allí puedan producirse pérdidas de CO2 que no se puedan controlar.
Autora: Irene Quaile/ Cristina Papaleo
Editora: Emilia Rojas-Sasse