Eran las cuatro y media de la tarde en punto cuando por una de las puertas de la sala 10 D de la corte del distrito este de Nueva York entró Genaro García Luna, quien fue secretario de seguridad pública federal en el sexenio de Felipe Calderón. Custodiado por dos guardias se sentó en el banquillo de los acusados.
El destino quiso que ese 16 de octubre de 2024, los asientos designados para el jurado que lo declaró culpable en febrero de 2023, ahora fueran abiertos a la prensa. Así quedé sentada en la primera fila en la segunda butaca de derecha a izquierda. Luego de años de sobrevivir a atentados ordenados por García Luna, lo tenía justo frente a frente. Era nuestra cita con el destino. Había llegado la hora de saldar cuentas.
Lo observé cuidadosamente, la cabeza plateada como ojiva de bala, más calvo que el año pasado cuando fue su juicio. Iba vestido con traje oscuro, camisa blanca y corbata a rayas. Su rostro lucía profundamente deteriorado por la cruda estancia en el centro correccional metropolitano de Brooklyn. Lucia más viejo que sus 56 años de edad. Estaba visiblemente nervioso.
El ex jefe policiaco me miró en más de una ocasión durante la larga audiencia. Las profundas ojeras delataban un cansancio crónico, ahora es él quien no concilia el sueño. Hace 14 años había sido yo, quien siendo madre soltera, con un hijo adolescente y otro de apenas un año de edad, buscaba salvar mi vida de la ira del jefe policiaco ahora derrotado.
Cualquiera que fuera la sentencia que dictara el juez Brian Cogan no sería de menos de 20 años. Ciertamente no se había ganado la clemencia del experimentado juez quien sabía cómo sobornó a personas para que declararan falsamente en una apelación para anular el juicio encabezado por Cogan, juez que ya había sentenciado a uno de los jefes de García Luna, a Joaquín Guzmán Loera, El Chapo, a cadena perpetua.
Acostumbrado a la impunidad García Luna echó más leña al fuego con una carta depositada en el tribunal horas antes donde no mostraba remordimiento por sus crímenes y seguía clamando su inocencia. Tuvo la osadía de leer un texto similar en la sala.
Con voz de súplica dijo ser una víctima. Y en modo lastimero contó que en su tiempo de reclusión dos de sus hermanos murieron de COVID y dos de sus hermanas fueron detenidas en México.
"Quiero refrendar a mi familia que no he cometido estos delitos”, dijo García Luna. "Siempre tuve respeto por la ley”. Afirmó que las acusaciones en su contra es "información falsa proveída por el gobierno de México y criminales”. "Nunca he sido una amenaza ni un peligro para la comunidad”.
García Luna con sangre en las manos
Una mala estrategia la del abogado de defensa César De Castro quien argumentó por qué debían darle solo 20 años de cárcel a su cliente, comparándolo con Manuel Antonio Noriega el narco-presidente de Panamá, y con Juan Orlando Hernández, el narco-presidente de Honduras quienes han sido llevados ante la justicia de Estados Unidos por sus crímenes y recibieron duras sentencias, pero no cárcel de por vida. Noriega fue sentenciado a 40 años y Hernández a 45.
Saritha Komatireddy quien fue la fiscal de cargo, en contraste con lo dicho por el ex jefe policiaco, lo acusó de tener ‘sangre en las manos', por ser cómplice de la organización criminal responsable de la muerte de miles en México y Estados Unidos a causa de la violencia y las drogas. "La existencia del cártel más poderoso del mundo no habría sido posible sin la colaboración del acusado y su empresa criminal”, afirmó, "él era parte del cártel, él los protegió”. "El acusado tenía una doble vida…no admite su responsabilidad ni tiene remordimientos”.
García Luna "tenía la inteligencia y carisma para establecer relaciones y usó esas habilidades para convencer a otros para cometer crímenes”. "Tenía la posibilidad de combatir al Cartel de Sinaloa pero optó por aliarse con ellos”.
La doble cara de García Luna
Pasaban las cinco y media de la tarde cuando el juez Cogan dictó sentencia. Vestido con su impecable toga negra y con su característico bigote largo tipo old-fashion cowboy, lanzó una mirada fulminante al acusado.
Siguiendo el concepto de la fiscalía subrayó en varias ocasiones la doble vida y doble cara de García Luna en su época de servidor público, e incluso en esa sala.
"Hay una parte que quiere parecer elegante, y hay otra parte que hace cosas horribles”. Afirmó que se escondía tras una apariencia honorable para construir una cortina de humo y cubrir su verdadera personalidad. "Usted tenía una doble vida y una de esas vidas lastimó a muchas personas inocentes”. "La mala parte vivió bajo la sombra de la buena parte”.
Las severas palabras de Cogan hacían que García Luna bajara la mirada y se hiciera cada vez más pequeño. Su abogado De Castro parecía un niño regañado mientras su equipo hacía muecas ante el duro regaño.
Cogan recalcó que ni García Luna ni De Castro negaron el pago de sobornos a testigos para alterar la verdad. "Nadie lo negó, ni su defensa ni usted. Eso sucedió, no tengo duda de que esa es parte de su doble vida”.
Cogan dictó la lapidaria sentencia de 38 años de cárcel por sus crímenes, en su caso un equivalente a cadena perpetua. De esos 38 años se restarán los cinco que ya ha estado en prisión por lo que cuando salga libre, si sobrevive a los años de cárcel, tendrá 89 años de edad.
Hay un debate sobre si son pocos años. Expertos en el tema a quienes he consultado me han señalado que podría abrirse una puerta para García Luna para comenzar a colaborar con el gobierno de Estados Unidos. Esto podría pasar siempre y cuando la fiscalía quiera, probablemente no, y si la información que proporcione sea sobre peces más grandes que él y delitos que no hayan prescrito.
Para mí 38 años son suficientemente justos.
"La sentencia dictada hoy contra el ex Secretario de Seguridad Pública de México, Genaro García Luna, envía un mensaje claro a los líderes corruptos de todo el mundo que utilizan sus posiciones de poder para ayudar a los cárteles: ningún poder les protegerá de la justicia", declaró la administradora de la DEA, Anne Milgram en un comunicado de prensa.
"La DEA seguirá persiguiendo implacablemente a las organizaciones de narcotraficantes y a quienes las protejan."
Eran las 18:30 cuando se levantó la sesión. García Luna salió custodiado por los guardias para ser llevado tras las rejas donde pasará la mayor parte de su vida.
Catorce años atrás
Ni pensar que hace 14 años, cuando era el secretario de estado más poderoso de México, se sentía tan fuerte que ordenó mi asesinato para callar mis investigaciones periodísticas reveladas en el libro Los Señores del Narco en 2010.
El eje central del libro explica cómo el Cartel de Sinaloa construyó su imperio criminal gracias a la complicidad y protección de funcionarios públicos. Una pieza fundamental era García Luna quien desde el 2001 protegía al Cartel de Sinaloa a cambio de sobornos que le permitieron acumular una riqueza de otro modo inexplicable.
No fueron los narcos quienes ordenaron atentados en contra mía y mi familia, sino García Luna y su equipo que se asumían intocables. En aquella época la inmensa mayoría de los medios de comunicación controlados con publicidad gubernamental ignoraron y desestimaron la solidez y veracidad de mis investigaciones, pese a los testimonios y documentos que las sustentaban.
García Luna contaba con la protección del Partido Acción Nacional, en ese entonces el partido gobernante. Esto le permitió al titular de la SSP seguir operando para el Cartel de Sinaloa y traficar droga junto con sus colaboradores más cercanos.
En el libro expuse claramente que la llamada "guerra contra los cárteles de la droga” lanzada durante el sexenio de Felipe Calderón era un cortina de humo. Detallé con información precisa la trama que explicaba que la violencia que habíamos sufrido como país del 2006 al 2010 era por una guerra entre carteles donde el gobierno de México tomó partido por la organización de Sinaloa y puso a su servicio el poder de fuego de la Policía Federal y Ejercito para combatir a sus enemigos.
En las entrevistas, presentaciones y conferencias que di sobre la colusión de García Luna y su equipo con el cartel, fui clara, contundente e inflexible. Y entre más investigaba más pruebas se acumulaban en su contra.
Una nueva amenaza
Ese libro había sido mi investigación más censurada hasta este 2024 cuando publiqué "La Historia Secreta. AMLO y el Cartel de Sinaloa” revelando el hilo que une al jefe de policía corrupto y al expresidente Andrés Manuel López Obrador.
Los mismos testigos que declararon contra García Luna, han declarado que también dieron dinero a las campañas de López Obrador. Quizá sea por eso que aunque su gobierno fincó cargos de corrupción administrativa a García Luna no le han fincado cargos por narcotráfico ni a él ni a ninguno de sus cómplices que viven tranquilos en México.
Tiene un gran significado que justo el día que terminó mi batalla contra la corrupción de García Luna, se abriera un nuevo y violento frente.
Cuando salí de la corte tras un triunfo histórico del periodismo de investigación, personas fingiendo ser ciudadanos que protestaban a nombre del partido Morena organizaron un montaje, y actuando como supuestos defensores de AMLO me agredieron con violencia verbal en la vía pública.
Algunos de los aparentes ‘enardecidos fanáticos' estuvieron ese día como yo y varios colegas periodistas durante horas dentro de la corte. De actitud tranquila, sin cuestionamientos ni reclamos de por medio me tuvieron al alcance durante horas de larga espera. De pronto, cuando terminó la audiencia como si alguien hubiera subido un telón montaron un peligroso teatro en la calle. Cerca de 10 personas representaron el patético papel de supuestos espontáneos defensores de López Obrador y comenzaron la agresión.
Cuando vi los rostros y distinguí a las personas que habían estado presentes en la corte, mantuve la calma y sonreí porque entendí que era una montaje en el que el desenlace dependía de cómo iba a reaccionar yo. Los ignoré: el triunfo sobre la corrupción se puede contar en 38 años de cárcel a García Luna.
De haber ocurrido en México la situación hubiera sido de altísimo riesgo. Cuando estoy en mi país cuento con altas medidas de seguridad del Mecanismo de Protección a Periodistas que por ley el gobierno de México debe darme desde 2013 a causa de los diversos atentados en mi contra y en contra de mi familia. Los escoltas tendrían que intervenir de manera directa en cualquier episodio similar.
Lo que me consta es que no eran ‘enardecidos' sino personas con las que me topé durante todo el día sin que me dijeran ningún reclamo convertidos de un instante a otro en porros organizados. Ignoró quien está detrás de esto pero es claro que el montaje es en represalia a mi trabajo periodístico.
Lo peligroso es que quien consigue porros que se prestan a montajes como el ocurrido en Nueva York, también puede conseguirlos para atentar contra mi vida. Combatí con mi periodismo y la verdad a García Luna, y nada ni nadie podrá borrar el triunfo de ese trabajo. Lo seguiré haciendo, incomode a quien incomode. El periodismo de investigación revela verdades. La verdad genera justicia y la justicia genera paz y democracia.
Con el proceso judicial que se sigue a El Mayo Zambada no tardarán en desfilar y caer nuevos "Garcías Lunas", funcionarios mexicanos que pactaron con el narco por poder político o económico.