Brasil: uno de cada dos niños trabaja
22 de julio de 2019"El trabajo no impide a nadie progresar en la vida", dijo Jair Bolsonaro en una transmisión en vivo en Facebook. Él mismo, cuenta el presidente, ayudó en la granja de sus padres a la edad de nueve o diez años. Y afirma que eso no le hizo daño en lo más mínimo. Otros políticos de la derecha siguen el ejemplo del presidente con cuentos similares: la diputada conservadora Bia Kicis cuenta en Twitter que a los doce años hizo caramelos y los vendió en la escuela. "No tenía que hacerlo, pero estaba muy orgullosa de pagar mis clases de tenis yo misma. Me sentía creativa y productiva", escribe Kicis.
El hecho de que no necesitara trabajar y que se tratara de pagar a un profesor de tenis son solo dos puntos que diferencian la infancia de Bia Kicis de muchas otras en Brasil, dice el abogado Ariel Castro Alves, que trabaja en varios organismos nacionales de derechos humanos y derechos de niño: "Algunos políticos glorifican el trabajo con sus padres en el mercado o en la empresa familiar. Pero eso no les impidió ir a la escuela ni jugar".
Castro Alves cuenta de una niña que fue obligada por sus padres a cocinar, limpiar la casa y cuidar de sus hermanos menores. No se le permitió ir a la escuela para que nadie notara las heridas por abuso físico de los padres. Cuando fueron descubiertos y sentenciados a prisión, la niña solo tenia nueve años, dice Castro Alves. "El caso ilustra lo poco que tienen que ver los recuerdos románticos de algunos políticos sobre su infancia con la experiencia de otros niños".
Trabajo infantil en Brasil
Según un estudio del Instituto Brasileño de Estadística (IBGE), en 2015 había unos 2,7 millones de niños trabajadores en todo el país. Esta cifra se refiere a los menores de entre cinco y diecisiete años que trabajan por dinero. Según una definición más amplia, que incluye a niños que tienen que trabajar regularmente en el propio hogar, el estudio llega a una tasa de trabajo infantil superior al 50 por ciento.
Las encuestas más recientes llegan a resultados similares: en Brasil trabajan varios millones de niños. No es solo la Convención de las Naciones Unidas, que han firmado todos los Estados de las Naciones Unidas excepto los Estados Unidos, la que lo prohíbe. La Constitución brasileña también garantiza la protección de los menores contra el abandono, la explotación, la violencia y la opresión. De acuerdo con la ley brasileña, solo es permitido trabajar a partir de los 16 años, y los trabajos peligrosos o nocturnos están prohibidos para los menores de 18 años.
Sin embargo, muchos niños trabajan en condiciones precarias en el cultivo de la caña de azúcar, en la industria maderera o en el procesamiento de carbón, dice Castro Alves: "Allí están expuestos al peligro de accidentes graves, que a veces pueden ser mortales".
El círculo vicioso de la pobreza
De acuerdo con las cifras del IBGE, el 59 por ciento de los 2,7 millones de niños afectados en 2015 eran varones. Otro estudio concluye que en los muy frecuentes casos de trabajo domestico, el 94 por ciento son niñas.
No todas las ocupaciones son ilegales. La formación profesional puede ser iniciada a los 14 años. Sin embargo, "especialmente preocupantes son los trabajos que se realizan en la clandestinidad: en casa, pero también en el tráfico de drogas o la explotación sexual", dice Felipe Tau, del proyecto "Red Peteca – Acabar con el trabajo infantil".
Ya sea legal o ilegal, dice Tau, cuanto más bajos sean los ingresos y el nivel de educación de una familia, más probable es que los niños trabajen. Y esto constituye un círculo vicioso: "Aunque contribuyan significativamente a los ingresos familiares a corto plazo, el trabajo representa una grave amenaza para el desarrollo emocional, físico e intelectual del niño", dice Tau.
A medio y largo plazo, los niños tienen pocas posibilidades de escapar de las precarias condiciones salariales y laborales en las que crecieron. "Conozco muchos casos en los que las chicas empiezan a vender dulces en la calle y terminan prostituyéndose", dice el abogado Castro Alves. Y agrega que muchos chicos empiezan tarde o temprano a vender drogas o cometer otros delitos.
"La autoridad suprema de este país parce no entender esto y no querer admitirlo", dice Castro Alves sobre el presidente Jair Bolsonaro: "Si defiende el trabajo infantil, también defiende su explotación criminal".
(gg/er)
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