Arafat en entredicho
28 de junio de 2002Arafat está cada vez más aislado. Mientras continúa estrechándose el cerco militar israelí en torno a las ciudades palestinas, aumenta la presión internacional sobre las autoridades autonómicas. Después de Estados Unidos, también el gobierno alemán manifiesta sus reparos con respecto al líder palestino.
El canciller Gerhard Schröder indicó, en la cumbre del G-8, que existen más que meras dudas en cuanto a que Arafat pueda y quiera poner realmente coto al terrorismo. No obstante, subrayó que el pueblo palestino tiene el derecho de determinar por sí mismo a sus gobernantes.
Respaldo del G-8
Las demandas del presidente estadounidense, George Bush, de mayor democratización en los territorios palestinos, hallaron eco en las 8 principales potencias económicas del mundo. Entre ellas se cuenta ahora también Rusia, un Estado bastante distante aún de la democracia cabal, que libra en Chechenia una guerra sucia contra un pequeño pueblo que aspira a la independencia.
Estas ocho naciones piden pues democracia a los palestinos, como si fueran sus carencias lo que detonó el conflicto del Medio Oriente. Durante años, a nadie le importó que Arafat y sus seguidores rigieran autocráticamente desde su exilio en Túnez y, de paso, se llenaran de dinero los propios bolsillos.
El largo silencio occidental
Mientras hubo una relativa calma y los palestinos esperaban sin chistar los dividendos de la paz, ningún político occidental se ocupó de la legitimación democrática de sus dirigentes. Se entregaba la ayuda financiera prometida, sin investigar demasiado sobre su destino final.
Las iniciativas democráticas que surgieron entre los palestinos fueron sofocadas también por Israel, cuando no coincidían con su visión. Por ejemplo, al jefe de la delegación palestina que dirigió las negociaciones de Madrid, Haidar Abdel Shafi, no se le otorgó un pase para viajar de la franja de Gaza a Cisjordania, porque había puesto en duda los acuerdos de Oslo.
¿Demanda oportuna?
Extraño resulta que se exija democracia a los palestinos justamente ahora, cuando las estructuras de la administración autonómica están completamente destruidas y cientos de personas permanecen bajo el toque de queda en los territorios nuevamente ocupados.
El hecho de que el gobierno alemán se incline ahora hacia la línea estadounidense, no es buena señal para el futuro del Medio Oriente, y tampoco da muestras de gran independencia y creatividad en materia de política exterior.
Alemania, indiscutiblemente, debe apoyar a Israel. Pero Israel no tendrá posibilidad de conseguir la paz y la seguridad mientras no se haya resuelto el conflicto de Medio Oriente.
Bettina Marx