Alianzas en tiempos de recortes
11 de abril de 2013La explosión de la crisis financiera global hace cinco años puso una enorme presión sobre los presupuestos nacionales de muchos Estados. Los más golpeados reaccionaron recortando el gasto público tan pronto como pudieron; ni siquiera sus Fuerzas Armadas –usualmente consentidas por el fisco– quedaron a salvo de los tijeretazos. La canciller alemana, Angela Merkel, férrea defensora de la austeridad como respuesta a la crisis, espera que la Bundeswehr ahorre más de 8.000 millones de euros de aquí al año 2015, por ejemplo.
También los socios de Alemania en la Unión Europea (UE) y la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) ven amenazados buena parte de los recursos económicos hasta ahora disponibles para sus militares. De ahí que, a corto plazo, las instituciones castrenses deban administrarse de una manera más eficiente, mientras los políticos y expertos del área de la seguridad nacional se esmeran en coordinar mejor el trabajo en equipo. Con eso en mente, la OTAN le dio luz verde al megaproyecto Defensa inteligente en 2012.
El teniente coronel Michael Angerer, del Ministerio alemán de la Defensa, explica que lo usual hasta este momento era que cada miembro de la coalición aportara lo que podía, sin que eso redujera la autonomía de sus respectivos planes. Ahora, acota el oficial, los aliados deben determinar en qué campo desean especializarse y renunciar a determinadas facultades. “Lo más probable es que no podamos darnos más el lujo de tener 28 Fuerzas Armadas todopoderosas”, comenta Angerer.
Repartir responsabilidades y compartir recursos
La especialización de cada una de las Fuerzas Armadas comunitarias es urgente porque los europeos deberán garantizar su propia seguridad con más frecuencia, ahora que Estados Unidos parece concentrar su atención en la región del Pacífico. Hasta ahora, la OTAN ha emprendido 25 acciones en el marco del proyecto Defensa inteligente y su desarrollo ha sido recibido con sentimientos encontrados. “A no todos se les hace fácil renunciar a sus destrezas”, sostiene Angerer. No obstante, ha habido buenos ejemplos de cooperación.
Los holandeses han desactivado sus tanques de guerra y entrenan a sus combatientes en Alemania, y los países balcánicos apelan a estructuras internacionales para proteger la seguridad de sus respectivos espacios aéreos, por citar dos manifestaciones del principio de “pooling and sharing”, que alude a las ventajas de crear un fondo común de recursos y compartirlos. También las estructuras de mando deben aumentar su eficiencia. Para ello se pretende crear centros de comando nacionales para el beneficio de todos los aliados.
¿Solidaridad automática?
Este cambio de paradigma también ha sido blanco de críticas fundadas. “Desde la perspectiva alemana, las alianzas se crean para que actúen efectiva y legítimamente. La idea de que las labores de defensa podrían ser más baratas siempre estuvo en segundo plano”, alega Christian Mölling, experto en seguridad nacional de la Fundación Ciencia y Política (SWP) de Berlín. Mölling observa con recelo la nueva tendencia a supeditar las políticas de seguridad a las políticas financieras y no a las estrategias de defensa.
El especialista de la SWP tampoco celebra la nueva fase de integración en la que se halla la OTAN. “El tiempo de las misiones en solitario se acabó”, dice Mölling, citando como evidencia las operaciones militares en Libia y Mali. A sus ojos, ellas dejaron a la vista cuán dependientes se han vuelto Francia y Gran Bretaña de sus aliados. El problema de eso radica en que, cuando un país de esa coalición le da impulso a una misión, el resto de los socios se ve obligado a apoyarlo. Y esa solidaridad automática siempre genera polémica en Alemania, cuenta Mölling. “Una alianza con esas características es también un sistema de intervención. Y gran parte de la población alemana tiene serios problemas con ese tipo de estructuras”, concluye el analista de la SWP.
Autores: Heiner Kiesel / Evan Romero-Castillo
Editora: Emilia Rojas Sasse