6 de mayo de 2009
A los 150 años de la muerte de Alexander von Humboldt (1769-1859) la revisión de su obra revela un pensamiento fuera de serie, cuyas directrices podrían muy bien formar parte de un nuevo orden mundial. El repaso de su figura y personalidad muestra, por otro lado, un ser humano fuera de serie, cuyas acciones rebasaban los límites de las sociedades y las culturas en las que se movió. Nacido en cuna noble y educado con esmero para entrar al servicio del Estado y la Corte, el joven Humboldt optó por la permanente búsqueda del equilibrio entre su labor científica y el mundo de la corte y las relaciones diplomáticas prusianas.
Su largo viaje de investigación al continente americano (1799-1804) y el que realizó tres décadas después a la Rusia del Zar Nicolás I dejaron sentadas bases metódicas de importancia capital para la ciencia. Su paso por los países latinoamericanos –entonces colonias españolas en donde bullía el espíritu independentista- ha hecho que Alexander von Humboldt entre a la libros de Historia como un “erudito universal”, cuya descripción del mundo iba desde la botánica a la geografía pasando por la mineralogía y las ciencias sociales y cuyo nombre lo trae, entre otras muchas cosas, la corriente fría que asciende desde el polo sur hasta las islas Galápagos en plena zona ecuatorial.
Erudito universal quizá no, pero un gran científico
Humboldt, ¿el último erudito universal? El catedrático Eberhard Knobloch del Instituto para Filosofía y Teoría de la Ciencia de la Universidad Técnica de Berlín responde a DW-WORLD, que el propio Humboldt prefería verse como físico y geólogo, a pesar de que trabajó ejemplarmente en varios campos de la ciencia.
Por su parte, el catedrático Michael Zeuske del Seminario de Historia Ibérica y Latinoamericana de la Universidad de Colonia puntualizó: “erudito universal no es un concepto correcto. Estamos ante un viejo mito sobre Humboldt, pero él, en realidad, no aportó nada a las ciencias específicas, como Darwin y su teoría especializada de la evolución. El gran aporte de Humboldt es su pensamiento, su manera de trabajar que relaciona todo con todo, que en esa época se haya movido y comunicado entre redes. Si tomamos, por ejemplo, Sobre desiertos y estepas : se trata de un artículo de 16 páginas de texto y 132 páginas de notas al pie de página, en donde hay links a otros saberes y ciencias. Hasta hoy, en nuestra época de computadoras, resulta impresionante”.
De ejemplar lo califica Knobloch, entre otras cosas, por el entusiasmo y la honestidad con que abordó su labor científica y el método de observación que desarrolló -“hoy tan importante como en aquel entonces”- y que definitivamente fue un aporte singular a la ciencia. Además su labor científica fue siempre de la mano con un singular don de gente; no en vano, a finales de la década del siglo XVII, sus charlas en la Academia de las Ciencias de Berlín atraían a un público que se contaba en centenas.
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“Nunca hizo diferencias entre los seres humanos: que fuera indio chino o europeo no significaba que los seres humanos fuesen de diferente valor. Esto lo hacía increíblemente simpático, sobre todo en los países latinoamericanos”, cuenta Knobloch resaltando que su manera de pensar impresionó y “confundió a los misioneros católicos que no la entendían: ellos se sentían superiores a los indígenas, una postura que Humboldt –que siempre abominó la esclavitud- no compartía para nada”.
Humboldt y la globalización
En una Europa que todavía debatía filosóficamente acerca del valor del Nuevo Mundo, el pensamiento de Humboldt sienta las bases de un discurso nuevo del mundo, como un todo, hoy llamado globalizado. “Para comprender un espacio no basta con conocer sus límites, pues se forma de corrientes que lo atraviesan”, resume por su parte el pensamiento humboldtiano Ottmar Ette, catedrático de Literaturas Románicas en la Universidad de Potsdam y autor del libro Alexander von Humboldt und die Globalisierung .
Zeuske, por su lado, opina “que después de tantas ideologías y tantos filósofos que han servido como base de sistemas políticos, el pensamiento de Humboldt sería una base ideal para una sociedad del saber, que no se centre en tanto en la economía financiera neo liberal o las viejas industrias, sino el saber en todas sus instituciones, en sus posibles redes, en universidades, en escuelas, en los nuevos inventos que surjan de esos saberes”.
Un verde del siglo XIX
“Humboldt hablaba de Naturaleza -muy pocas veces de creación pues siempre cuidó de conservar la debida distancia con la religión y tematizó la eterna lucha de la fe y el saber”, cuenta Knobloch y “su entusiasmo por ella lo llevó a investigarla, disfrutaba con ella y sin relacionar con ello sentimientos religiosos”. De ello surge otro punto muy moderno del pensamiento de Humboldt, acota Knobloch: “hay que cuidar lo que está dado por la Naturaleza, protegerlo, no destruirlo sin sentido y no sacar provecho sin medida; de lo contrario se la destruye. En esta medida, la propuesta de Humboldt se asemeja a la ecologista y verde actual”.
¿Conjunción del nuevo y el viejo orden?
Este nuevo orden del mundo que surge del científico y diplomático prusiano es posible gracias a sus propias transgresiones: “Concibe la humanidad como grandes grupos de hombres y mujeres, transgrediendo los límites de clase y traspasa los límites entre las grandes culturas. Eso se ve perfectamente durante su viaje por América Latina, Humboldt no tiene frenos o límites para traspasar los límites de todas las grandes culturas, indígena, negras, mulatas…”, explica Zeuske.
¿Cómo conjugar, entonces, el pensamiento humanista y sus convicciones con el apoyo de la Corona española para su viaje americano, por ejemplo? “Fue un acto de malabarismo”, explica Knobloch, “pues a pesar de ser un humanista convencido, tenía que adaptarse al poder de la época. El necesitaba el permiso de la Corona –que obtuvo- para viajar sin restricciones por territorios de las colonias. Por ello, tenía que reservarse buena parte de sus comentarios políticos. Ése fue, como diríamos hoy, el deal , es un hecho”.
El viaje a Rusia, tres décadas después, le planteó mayores dificultades para lograr esos actos de malabarismo entre el orden imperante y el suyo propio. “El rey de España gobernaba los territorios, sí, pero no era un dictador como era el Zar de Rusia. Humboldt tuvo que realizar ese viaje con restricciones, no podía viajar a donde quisiera, tuvo que definir primero la ruta de la expedición. En Siberia, por ejemplo, estuvo constantemente acompañado, tuvo que asegurarle al ministro de Finanzas Zar que no emitiría juicios acerca del pueblo y su situación sociales. Seguro que no le fue fácil, pero fue el trato para poder realizar el viaje”, asevera Knobloch.
Pensador, no revolucionario,
Y el avance de la ciencia era lo que más pesaba en su vida. Así se explica, por ejemplo, cómo a pesar de sus expresas simpatías por el movimiento independentista que lideraba Simón Bolívar –a quien encontró en París en 1804 al regreso de América-, Humboldt no hiciera llegar esa opinión ni al papel ni a las entidades oficiales; el apoyo a su tarea científica se habría visto afectado. “Quizás tenemos dos Humboldts”, concluye Zeuske: “el uno, el del diario, muy abierto y crítico; el, otro en sus obras, más controlado. Como fuere, su pensamiento fue siempre transcultural... y muy moderno, y en ello radica su aporte una neue Weltordnung, a un nuevo orden del mundo”.
Autora: Mirra Banchón
Editor: Enrique López