El fin de los gatos
13 de agosto de 2010En Colonia viven unos 40.000 gatos sin casa ni dueño, en Berlín son unos 100.000. La mayoría de ellos, así informa Spiegel Online, proviene de felinos que fueron puestos en la calle hace años por sus dueños.
El año pasado, 130.000 gatos fueron entregados a los albergues municipales, bastante más que perros y aves. Este verano, los albergues en todo el país han llegado al límite de su capacidad y no acogen más ejemplares de esta especie. Por otro lado, no son pocas las asociaciones de amantes de felinos que los rescatan de jardines, cementerios y casas abandonadas para castrarlos, curarlos y darles de comer.
Un gato no es un tigre
La creencia de que un felino es un animal libre y que puede sobrevivir solo en la naturaleza, lleva a sus amos a tener menos remordimientos de conciencia cuando los abandonan a su suerte, para irse de vacaciones o cuando hay un cambio de casa. “Los gatos, desde hace milenios, son animales domésticos”, dice Hansjoachim Hackbarth, director del Centro de Protección al Animal de Hanóver, en cuya opinión los gatos no tienen por qué estar afuera, comerse a los pájaros y provocar accidentes. Y tampoco tienen por qué reproducirse sin control.
Según Hacbarth, que los protectores de animales quieran mantener la población de gatos silvestres dejándoles comida a disposición carece de sentido. “Los animales están probablemente contagiados de enfermedades incurables”. Es decir, se han vuelto una plaga.
Más de dos millones de gatos callejeros hay entretanto en Alemania, calcula la Sociedad Protectora de Animales. Los gatos están por todos lados y son muchas las comunidades que se quejan. “Por mucho tiempo no se ha tomado en serio el problema, pero ahora todo cambiará”, dice el portavoz de la Sociedad Protectora, Thomas Schröder.
Castración o multa
Muchos municipios están exhortando a sus pobladores a que castren a sus gatos y se los registre introduciéndoles un chip. Las ventajas: por un lado no se reproducen incontrolablemente y, por otro, un animal registrado no es fácilmente abandonable. La multa es el otro lado de la medalla.
La ciudad de Bonn, según informan agencias, quiere primero hacer tomar conciencia a sus habitantes, y en octubre lanzará una campaña para que la gente, voluntariamente, haga operar a sus animales. La ciudad de Paderborn, por el contrario, tomó cartas en el asunto hace más de un año: la castración y el registro son obligatorios. “Queremos crear conciencia y llegar a los causantes”, explica Ralf Lang, veterinario oficial de Paderborn.
Para Hackbarth, el veterinario de Hanóver, poner así freno al aumento de la población felina alemana tiene sentido; también ve con buenos ojos que los que se sienten llamados a su protección recojan gatos bebés y les busquen un techo: sólo un gatito en las primeras semanas se acostumbra al hombre. Para los gatos silvestres adultos sin dueño ni hogar, Hacbarth, encargado de la protección de animales desde el punto de vista cíéntífico, ve sólo un camino: la inyección letal.
Autora: Mirra Banchón
Editora: Emilia Rojas