Adiós Lenin, en ucraniano
23 de febrero de 2016Quien viaje a Ucrania por estos días debe estar preparado para la confusión. No sólo desaparecerán monumentos a Lenin y esculturas con hoces y martillos. Ciudades enteras, pueblos, calles, plazas y estaciones de metro serán renombrados.
En el sur, la ciudad de Illichivsk, con el tercer puerto en importancia del país, por ejemplo, ya no existe. Desde el 18 de febrero se llama Chornomorsk, lo que significa tanto como “una ciudad junto al Mar Negro”. El viejo nombre, una evocación del patronímico del líder soviético Lenin, es historia.
Ucrania se despide a toda velocidad del pasado soviético que caracterizó los nombres de sus calles y sitios por casi un siglo. En abril de 2015, del Parlamento aprobó una ley, que se conoce coloquialmente como la “Ley de Descomunalización”, equipara los regímenes comunista y nacionalsocialista, y prohíbe la “propaganda de sus símbolos”.
Plaza de las Rosas, no de la Revolución
También en Alemania del Este la Ciudad Carlos Marx, en Sajonia, por ejemplo, recuperó su antiguo nombre –Chemnitz− tras la caída del Muro de Berlín. Pero los ucranianos serán más radicales. Nunca, desde su independencia en 1991, habían cambiado tantos topónimos en el país: más de 900, según estima el Instituto Ucraniano de la Memoria Nacional.
Hasta ahora, el cambio se ha concretado en poco más de 150 ciudades y comunidades. El plazo fijado por el Parlamento venció el 22 de febrero, pero el proceso podría extenderse hasta mayo y más allá. Desaparecerá todo lo que recuerde a la Revolución de Octubre de 1917 y a antiguos “héroes” soviéticos: secretarios del partido, comandantes del Ejército, dirigentes sindicales.
Se buscan nombres neutrales: Calle de los Abedules, Avenida de Invierno, Plaza de las Rosas. Pero los nuevos tiempos también dejan su impronta: hay calles que recuerdan a quienes murieron en las protestas de la Plaza Maidán, hace dos años en Kiev, o en combate contra los separatistas prorrusos en el Este del país.
Comentadísima fue, el otoño pasado, la idea de renombrar la Avenida Povitroflotski, en Kiev, en honor del político opositor Boris Nemtsov, asesinado a fines de febrero de 2015 en Moscú. El alcalde de Kiev y excampeón de boxeo Vitali Klichkó estuvo a favor. Pero aún no se sabe si se hará realidad. El detalle picante: en la Avenida Povitroflotski se halla la embajada rusa.
Antiguos nombres de la era zarista
El proceso transcurre de maneras diversas en las distintas regiones. En el oeste, donde menos topónimos comunistas había, está cerrado. También en partes del este, donde había más, ha habido decisiones sorprendentemente rápidas. En el centro, sin embargo, ha habido obstáculos.
Dos capitales regionales se dibujan como casos problemáticos: Kirovohrad y Dnjepropetrovsk. Kirovohrad lleva desde 1939 el nombre de un revolucionario soviético asesinado, Sergei Kirov. A fines de 2015, la ciudad entregó siete propuestas de nombre. La comisión parlamentaria de Kiev se decantó por Inhulsk, que evoca el nombre del río que atraviesa la ciudad. Pero el consejo municipal no quedó satisfecho y pidió retrasar el proceso.
La mayoría de la población de Kirovohrad –dos tercios, según una encuesta− preferiría recuperar el nombre que llevó la ciudad en el Imperio Ruso: Jelisavethrad. Pero, en el marco del conflicto con Rusia desde la anexión de Krimea, Kiev prefería no cambiar los topónimos comunistas por los antiguos rusos.
Por su parte, Dnjepropetrovsk, la cuarta ciudad del país, lleva hasta hoy el nombre de un funcionario del partido: Grigori Petrovski. La comisión parlamentaria recomendó el nombre de Dnipro, que es el que lleva también el mayor río del país, a cuya orilla de extiende la metrópoli industrial. Pero, también en este caso, la más popular idea del retorno al antiguo nombre de Jekaterinoslav, que glorifica a la zarina Katarina la Grande, crea urticarias.
Dura despedida de lo conocido
El mayor rechazo al cambio se halla entre los más ancianos y más prorrusos, sobre todo en el este y sur del país. No obstante, la memoria ata también a muchos otros a esos nombres de lugares con los que crecieron. “Se trata de borrar una gran parte de la historia de Ucrania, en la que hubo buenos y malos momentos”, dice a DW el politólogo Vasyl Stoyakin. Y eso, contra la voluntad popular, asegura.
Otro experto, Olexander Palij, lo contradice. No hay grandes protestas, afirma. Para el historiador alemán, Karl Schlöge, el cambio es positivo. Pero “hay convencer a las propias comunidades y confiar en sus ideas“, alerta. Una solución forzada sería fatal.