El Tratado de Unificación cumple 20 años
31 de agosto de 2010Cuando al mediodía del 31 de agosto de 1990, Wolfgang Schäuble, entonces ministro del Interior de la República Federal de Alemania, y Günther Krause, negociador por la República Democrática Alemana, firmaron el acuerdo que estipulaba las reglas de la reunificación, el esfuerzo de los seis meses de negociaciones se les notaba en la cara. Habían sido muy duras, de sesiones prolongadas hasta la madrugada. Se trataba de uno de los acuerdos más importantes de la historia alemana de la posguerra: el tratado que organizaría la unificación de ambos Estados.
Polémicas propiedades
El problema más complejo lo planteaba la reforma agraria que había sido llevada a cabo a finales de la década de los 40 por las fuerzas soviéticas. En ese momento, todo “latifundista” que poseyera más de 100 hectáreas fue expropiado sin indemnización si había sido catalogado de criminal de guerra o había sido miembro activo del Partido Nacionalsocialista. Los expropiados fueron internados en campamentos y sus bienes, distribuidos entre los nuevos agricultores.
Un trato similar se le dio en la RDA a las propiedades de los ciudadanos que se marcharon a la otra Alemania. Sus propiedades pasaron a ser del Estado, fueron confiscadas y repartidas. Después de la caída del Muro de Berlín en 1989, muchos ciudadanos de la RFA reivindicaron el derecho sobre sus antiguas propiedades. Para el caso de que se decidiera dar marcha atrás a la reforma agraria y el reparto de las propiedades de los que emigraron, se temía que el caos cundiera en la RDA. Hans Neusel, subsecretario del ministerio del Interior, estaba sentado a la mesa de negociaciones y recuerda todavía que los representantes de la RDA pusieron mucho cuidado en que “se respete los derechos de los ciudadanos de la RDA”.
También Moscú tenía que dar aprobación
Ambas delegaciones lograron ponerse de acuerdo. La reforma agraria y las expropiaciones tenían que ser respetadas y había que indemnizar a los antiguos propietarios. Se tenía en cuenta así también el deseo de Moscú, que había dejado claro en un aide-memoire que mantener lo estipulado en la reforma agraria era una condición para que el Gobierno moscovita diera su visto bueno a la reunificación alemana.
La transcripción de estas regulaciones y sus contratos correspondientes planteaba problemas en la legislación federal; muchas estipulaciones del tratado rozaban con las leyes de los Estados federados. Por eso, los primeros ministros revisaron el documento con ojos de lince. “En la Cámara Alta pusimos especial cuidado de que el principio federativo fuese respetado rebasando los intereses de la reunificación”, recuerda en entrevista concedida a Deutsche Welle Björn Engholm, el entonces primer ministro de Schleswig-Holstein. Y el principio federativo sólo podía ser respetado si en la parte Este también se conformaban Estados federados.
Se decidió, entonces, reactivar los Estados federados que habían sido erradicados por una reforma administrativa en 1952: Sajonia, Sajonia-Anhalt, Brandeburgo, Mecklenburgo-Antepomerania y Turingia.
Polémica por el párrafo en torno al aborto
En todos los puntos conflictivos, las delegaciones de ambas partes consiguieron llegar a un acuerdo, exceptuando la regulación del aborto. Wolfgang Schäuble recuerda: “Liberales y socialdemócratas insistían en los fallos de la regulación del aborto; en la RDA estaba definido de manera muy diferente que en la RFA. Los representantes de mi partido se mostraban inflexibles: querían que el párrafo 218 -que penalizaba el aborto que no fuese por indicación médica- fuese válido inmediatamente también en los nuevos Estados. Liberales y socialdemócratas estaban en contra, querían lograr por lo menos un período de transición. Yo personalmente podía apoyarlos, pero estaba seguro que entre los cristianodemócratas iba a ver algunos que jamás se moverían ni un ápice en esta cuestión tan sensible”. La polémica fue pospuesta: se acordó un período de transición de tres años.
Nueva era
El tratado alemán-alemán de unificación estableció las reglas según las cuales ambos países conformarían un Estado a partir del 3 de octubre de 1990. De “los logros socialistas del primer Estado obrero y campesino sobre suelo alemán” no quedó mucho aunque se tratase de cosas muy buenas como guarderías infantiles o policlínicas. En la opinión de Björn Engholm esto fue un fallo que ha tenido consecuencias: “No tuvimos acceso a las bases conceptuales de los alemanes del Este y creo que, en realidad, no tomamos en serio sus necesidades, deseos, esperanzas y preocupaciones. Es decir, nosotros nos compusimos una idea del Este sin incluir en ella sus características específicas. Hasta hoy sufrimos las consecuencias del error”.
Autor: Matthias von Hellfeld/Mirra Banchón
Editora: Emilia Rojas