Prosopagnosia: amigos desconocidos
Probablemente todos hayamos vivido alguna vez la situación de tener delante a una persona que nos saluda, pero a la que no logramos identificar con precisión. Para la mayoría de la gente esa es, sin embargo, una excepción. En cambio, es la regla para algunas de las personas que padecen de prosopagnosia, un mal que puede impedir reconocer incluso a amigos cercanos o familiares.
“Una vez encontré en la calle a una chica que me saludó amablemente, y yo no tenía ni la más mínima idea de quién se trataba”, cuenta Sylvia Tippmann, una bio-informática de 29 años de edad, aclarando que “fue bastante extremo, porque nos habíamos encontrado ya en tres ocasiones y habíamos conversado una hora”.
“Ceguera de caras”
El problema de Sylvia no se reduce a ser mala fisonomista. Ella sufre este mal, también conocido como “ceguera de caras”, que Janek Lobmeier, profesor de psicología biológica y cognitiva de la Universidad de Berna, define así: “Es una discapacidad selectiva. Quienes la padecen están, en principio, plenamente sanos y no tienen otro problema que el de no poder reconocer o procesar rostros”.
Tanto más desagradable es el mal para quienes lo sufren, porque su entorno no percibe síntomas de enfermedad y las personas suelen interpretar erróneamente el hecho de no ser reconocidas. “Algunos reaccionan realmente muy molestos”, dice Sylvia Tippmann. Y agrega que “también sucede con frecuencia que me ven como alguien arrogante”.
Orquesta cerebral
En el cerebro está el origen de este trastorno. El profesor Lobmaier explica que “cuando una persona sana ve un rostro, primero analiza mentalmente la estructura y luego se transmiten informaciones a determinadas regiones”. Una región del cerebro registra, por ejemplo, la mímica; otra zona se encarga de las características permanentes de una cara, y una tercera región determina si ya se ha compartido alguna vivencia con la persona en cuestión. “Es como una orquesta en que todos deben tocar juntos para que realmente sea posible reconocer a alguien”, dice Lobmaier.
Una lesión de partes del cerebro puede provocar que la orquesta ya no funcione. En casos extremos, el afectado puede llegar a no reconocer que tiene ante sí un rostro. Pero en la mayoría de los casos el trastorno se tiene de nacimiento y no es tan severo.
Si bien ya había antecedentes, el primer caso documentado data del siglo XX. Los médicos constataron que un teniente alemán, que había resultado herido en la cabeza durante la guerra, no podía identificar caras. El primero que definió el mal como prosopagnosia y efectuó un estudio clínico al respecto fue el alemán Joachim Bodamer, en 1947.
“Muchos creen que es un problema de memoria”
El profesor Lobmaier calcula que cerca del tres por ciento de la gente sufre una prosopagnosia congénita. Pero advierte que el porcentaje podría ser mayor. “Ello obedece a que hay mucha gente que no sabe lo que le pasa. Estas personas creen que no pueden concentrarse cuando les presentan a alguien o piensan que se trata de un problema de memoria. Cuando se les diagnostica prosopagnosia, por lo general sienten alivio, porque obtienen por fin una explicación de lo que les ocurre”, señala el especialista.
Todavía no se conoce un remedio para la prosopagnosia. Pero hay al menos una serie de trucos que los afectados pueden usar para identificar mejor a las personas en la vida diaria, como cuenta Sylvia Tippman: “Cuando uno no puede retener caras, uno comienza a registrar más otras características, por ejemplo, la forma en que una persona camina, su estilo de vestirse o la voz”.
Una pequeña ayuda, en espera de que la ciencia avance también en esta materia.