Energía nuclear: ¿más cáncer y menos mujeres?
Desde hace años, la ciencia trata de establecer hasta qué punto el hecho de residir en las cercanías de plantas de energía atómica o depósitos de residuos nucleares implica riesgos para la salud. Desde la catástrofe de Chernóbil se sabe a ciencia cierta que niveles extremos de radioactividad causan daños al organismo, e incluso, la muerte. Pero, ¿qué tan amenazadas están las personas expuestas a irradiación menor, pero constante? Para Rebecca Harms, jefa del grupo de Los Verdes en el Parlamento Europeo, el riesgo puede ser significativo.
“Desde hace años ha sido ignorado el peligro de algunas emisiones radioactivas. Desde Chernóbil y desde Hiroshima y Nagasaki se tienen indicios de que la irradiación menor, pero persistente, ha sido menospreciada”, dice.
Un estudio de la Universidad de Maguncia estableció que entre 120 y 275 menores de edad que vivían cerca de una planta nuclear, contrajeron cáncer en el lapso que va de 1980 a 2003.
El físico y radiólogo Alfred Körblein analiza estudios similares llevados a cabo en Francia, Suiza e Inglaterra. Todos parecen conducir a la misma conclusión: aumenta el riesgo de que niños pequeños contraigan leucemia si viven cerca de plantas nucleares. La recomendación de Körblein es clara:
“Si se toma en cuenta que la población afectada es la que vive cerca de las generadoras nucleares, desde el punto de vista de la observación epidemiológica no es recomendable que los niños pequeños o mujeres embarazadas vivan en esas zonas.”
Menos mujeres
Del mismo modo, el científico Hagen Scherb y su equipo encontraron que en zonas de hasta 40 kilómetros alrededor de plantas nucleares, nacen casi diez por ciento menos mujeres. La investigación abarcó tanto a Alemania como a Suiza. La misma tendencia se presentó entre 1996 y 2010 en Gorleben, en las inmediaciones de un depósito provisional de residuos nucleares.
Este “desplazamiento de género” causado por radioactividad no es un descubrimiento reciente. En 1946, el científico estadounidense Herrmann Joseph Müller recibió el premio Nobel precisamente por una investigación acerca de este tema que, sin embargo, luego cayó en el olvido.
“Se trata de efectos genéticos que hasta ahora no habían sido tomados en cuenta en el ámbito de la radiología biológica”, dice Hage Scherb, que trabaja en el Centro Helmholtz de Múnich. Además, Scherb señala la gravedad del problema.
“Esto constituye un ataque a la naturaleza del ser humano. Y no sólo eso. También es un ataque a la flora y fauna de estos sitios.”
Las dos líneas de investigación, relacionadas con la prevalencia de cáncer y el desplazamiento de género a causa de las emisiones tóxicas, están aún en desarrollo. Y lo estarán por algún tiempo más. Según las autoridades alemanas, las emisiones radioactivas tendrían que ser 1.000 veces más intensas que las actuales para poder establecer conclusiones libres de toda duda. Hargen Scherb no se hace ilusiones:
“Proteger a la población de estos riesgos requeriría una gran inversión; primero, para informar, y luego, para reparar el equipo que sea necesario o mitigar las irradiaciones. Siendo algo pesimista, uno podría decir ‘quizá es imposible'. Y si tomamos en cuenta que no hay depósitos definitivos de residuos, este pesimismo aumenta aún más.”
Autor: Gero Reuter/Enrique López
Editora: Emilia Rojas-Sasse